Vuelve a Palma una de las grandes voces que ha dado la música española en los últimos tiempos, Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, 1987), siete meses después de conquistar el Auditòrium, un concierto del que guarda un sabor agridulce, a pesar de los muchos y ruidosos aplausos que recibió. Su reencuentro con el público de la isla tendrá lugar hoy, en la Sala Magna (a las 21,00 horas), con su formato favorito, el dúo, "vertiginoso y a la vez brutal", reconoce la compañera profesional de Raül Fernández Miró, con quien dignifica el arte de la versión en granada (así, en minúscula), el disco que centrará el recital.

"El último concierto en Palma fue muy bonito -recordó ayer en Xocolat-. Se me acababa de morir mi abuela y siempre digo que cuando uno canta lo debe hacer desde emociones universales porque si lo haces desde las tuyas, estás acabado. Tú no harás nada bien y los otros no entenderán nada. Recuerdo que en la primera canción, con el vestido de Cortana que me habían regalado, cantaba llorando y tenía la sensación de que me derretía".

Recuperada del duro golpe que produce la desaparición de un ser querido, Pérez Cruz desembarca en Ciutat con nuevo material bajo el brazo y de la mano de un viejo amigo. "Conocí a Fernández Miró hace unos ocho años, con el proyecto Immigrasons, en el que tocábamos un repertorio catalán y argentino. En un principio parecía que no nos íbamos a entender mucho pero al final nos sacamos los prejuicios y vimos que había una conexión más allá de los estilos que era innegable. Rotas las barreras vimos que éramos muy parecidos. Desde entonces nos ayudamos mutuamente, aunque tengamos cada uno su carrera", señala la ganadora del Goya a la mejor canción original por Blancanieves.

Ella y Fernández Miró, que tras el alias de Refree ha trabajado como arreglista o productor de Kiko Veneno, La Mala Rodríguez o Christina Rosenvige, volvieron a coincidir en 2012 con 11 de noviembre, un disco que dedicó a su fallecido padre, Càstor Pérez, investigador del género de las habaneras con el que creció musicalmente. "Con 11 de noviembre me vacié a nivel emocional", reconoce alguien que se siente algo más que una simple intérprete: "Ante todo me siento músico, mejor o peor, pero de corazón, músico. Yo estudié saxo, solfeo, piano, de todo... y elegí la voz porque era la manera más fácil y sincera de expresar lo que sentía. No me siento cantante".

La idea original de este primer trabajo que Pérez Cruz y Fernández Miró firman conjuntamente "era hacer un disco de versiones y otro de temas originales, pero no hubo tiempo". Como no podía ser de otra manera, el resultado fue un cóctel, una mezcla de chanson, flamenco, música brasileña y lieder, porque el agitar distintos lenguajes siempre ha sido una constante en la carrera de la gerundense. "Ya de pequeña me hacían estudiar saxo clásico y yo lo quería cambiar; cuando me descubrieron el jazz, no dejé de improvisar; luego vino el folclore; el flamenco, con el que conecté con las emociones; luego el pop, concretar y no perderse... No soy especialista. Intento buscar un lenguaje propio".

Su trayectoria, zigzagueante, puede desconcertar a su parroquia, pero la sinceridad está detrás de su cancionero. "He tenido públicos muy distintos y los tengo muy despistados: de jazz, flamenco, habaneras, alternativo, hombres de 90 años, hippies, hipsters, adolescentes..."

En la búsqueda del repertorio para granada, que se nutre de temas de Albert Pla, Schumann, Édith Piaf, Fito Páez, Lluís Llach o Enrique Morente, a quien dedican el álbum (de ahí su nombre), optaron por elegir "canciones que nos emocionaran y que una vez pasado este filtro pudiéramos hacer algo sincero con ellas".

Precisamente Llach le soltó una frase a Sílvia que no hizo sino reforzarle la pasión que siente hacia las versiones: "El arte de la interpretación tiene tanta importancia y hay tanta creación casi como en la composición, me dijo. También yo lo reivindico. No me sabe mal hacer versiones. Es un punto de partida que me permite ir más lejos que con mis propias canciones".

"Algunas de esas canciones las llevé yo -continúa Pérez Cruz-, como el encantador Pequeño vals vienés (Lorca-Leonard Cohen), que aunque la haya cantado todo el mundo quería hacerla mía; el Himno al amor de Piaf; y Mercè (Maria del Mar Bonet). El resto las fuimos buscando".

El mejor punto de partida para granada lo encontraron en la vasta obra de Llach, concretamente en su canción Abril 74, un tema que Pérez Cruz conoce desde que era una niña. "Encontré una grabación de mis padres cantando y ahí estaba esta canción. Toda la vida la estuve escuchando y me sigue emocionando muchísimo". De hecho esa canción en el disco acaba con la grabación real de sus padres, en la que al final Sílvia dice: el dúo es la mejor formación del mundo. "Porque es la formación que más he practicado -explica-. Con mi padre, yo cantaba y él tocaba la guitarra. Y luego he hecho muchos dúos con mucha gente. Es muy vertiginoso pero cuando funciona es brutal. Y creo que para el oyente es bonito para entender qué se está haciendo con la música, cuando hay feeling y cuando no lo hay".

Si elegir un nombre artístico puede conllevar algunas dudas optar por elegir los apellidos de los padres no es lo habitual, aunque en el caso de Sílvia Pérez Cruz era inevitable. "Siempre he luchado para que aparezcan los dos apellidos. Solo ponían el Pérez. Mi padre [especialista en habaneras] es una influencia grande pero mayor es la de mi madre [daba clases de expresión artística], con la que me he criado y me ha dado la visión artística".

La meticulosidad y exigencia de ambos artistas hizo que granada se grabara hasta tres veces, cuidando hasta el más mínimo detalle, a la caza de una satisfacción que, finalmente, degustaron. Hecho el trabajo, carpetazo y a por otras cosas. Que nadie espere ver a Sílvia Pérez Cruz con unos auriculares cuando no está grabando. "Nunca escucho música. Me gusta estar en silencio. Y cuando hago una versión trato de escuchar lo mínimo posible la original. Trato de ofrecer lo más personal que tengo". La idea de una artista musical que no escucha música resulta difícil de creer, pero tiene su explicación: "Antes me daba vergüenza decirlo, pero no la escucho porque vivo en ella, en la música. He ido a tantas clases, hago tantos ensayos, estoy componiendo... que cuando me ponen música me afecta tanto que necesito descansar. Igual estoy con un disco todo un año. Me conecto tanto y me afecta tanto... Con una canción me basta. Mis influencias más grandes son las personas que han crecido a mi lado", asegura.