Manuel García García-Pérez (1955) es una figura del pop rock hispano, un músico de los pies a la cabeza que no le debe nada a nadie, un artista que empezó en el anonimato y sin padrino y con muchas trabas logró independizarse, crecer en el oficio y tocar el cielo. Hoy es un número uno, pero en la salida estaba solo, él y su espíritu inquieto, que no dejaba de martillearle.

Pocos saben que antes de Los Rápidos y Los Burros, Manolo García formó parte de varios proyectos musicales como Materia Gris, Satán o Silma y su Conjunto. Su gusto por la performance –hoy y mañana las habrá en el Trui Teatre, en clave de danza– le vienen de niño. Ya en la terraza de su hogar mezclaba pinturas con desechos industriales como bidones o plásticos, algo que repetiría a lo largo de sus primeros años sobre los escenarios. La música, a la que considera el alimento de su alma, llegaría más tarde. Primero fue el arte, los cuadros, un pasatiempo, una necesidad, que todavía hoy cultiva. "No puedo vivir sin pintar. Cuando pinto floto, no es una obligación, sino un placer. Y de la pintura me vienen las ganas de hacer canciones", comentaba ayer a este periódico en el hotel en el que se aloja, en Palma.

Pero su paso de la pintura a la música fue lento. Antes de cumplir los 20, él también dio tumbos en el mundo laboral: en una empresa metalúrgica, de botones en una agencia de publicidad, de diseñador de carátulas de casete... Manolo García sabe qué es estar en crisis. Siempre ha tenido las orejas en la calle. "El motor de mis canciones está en el callejeo, en los bares, en las conversaciones anodinas, en el quiosco. La actualidad te pone los pelos de punta", reconoce quien se considera "pasional y muy vital", un hombre que detesta "la rutina y el ser inamovible".

El compañero de Quimi Portet, con el que obtuvo el éxito comercial con El Último de la Fila, es uno de los pocos artistas españoles que al dejar atrás una banda ha sabido mantener la misma aceptación entre el público. Su carrera en solitario acumula un sinfín de premios y reconocimientos, el último, con su nuevo trabajo, Los días intactos, en el que vuelven a darse la mano la lírica y el surrealismo, el pop mestizo con aires flamencos y ritmos árabes.

"Lo nuevo y lo viejo de mi repertorio conforman un maridaje estupendo. No desentona una cosa con la otra", asegura el protagonista de unos recitales, los del Trui Teatre, en los que no faltarán sus canciones más coreadas. Dos horas por noche para dejarse llevar por una voz inconfundible.

Cuándo: Viernes 2 y sábado 3, a las 21,30.

Lugar: Trui Teatre. Entrada: 35-40 euros.