En 2011, entre las superproducciones con las que cada verano saturan las pantallas los grandes estudios, destacó, tal vez por inesperada, la maravillosa ´El origen del planeta de los simios´ (Rupert Wyatt), una revisión en toda regla del clásico de 1968.

El filme funcionaba como un reloj suizo: había historia (un científico atribulado por el alzhéimer de su padre), había subtexto (los desmanes de la ciencia, aunque sea bienintencionada, y de las multinacionales farmacéuticas, siempre malintencionadas), había espectacularidad (el punto fuerte de las saga siempre ha sido la increíble humanización de los monetes)€, y había tempo, pues la acción se contenía hasta estallar en la cara del espectador en una última media hora abracadabrante.

Ese éxito parece ser la condena de su sucesora: tanto dinero ha tenido el más que notable director y guionista Matt Reeves (Déjame entrar, Monstruoso), que ha perdido la esencia de la saga: la reflexión sobre el ser humano, sobre su relación con el mundo, con sus congéneres y con la naturaleza. O, lo que es lo mismo: olvida que la gracia de la franquicia tiene más que ver con la piel que con el pelo, pues el simio es sólo una excusa para hablar de lo que de verdad importa: el hombre.

En su lugar, Reeves se entrega al virtuosismo de los efectos especiales (que sí, que son muy buenos), sobreexponiendo a los monetes desde el minuto uno y al más difícil todavía en las escenas de acción (que sí, que son muy entretenidas); pero se echa de menos la metáfora social y política de sus antecesoras.

De largo, esta séptima entrega es la menos pesimista, o, por ponerlo en otros términos, la única en la que el ser humano sale bien parado. Ello se debe, en buena parte, a que los protagonistas de carne y hueso, de Gary Oldman a Keri Russel, son casi figurantes ante la ubicuidad de los chimpas y se pasean por la pantalla como almas en pena, pánfilos sin sustancia que lo mismo podían estar luchando por la supervivencia de la raza humana que meditando en la postura del junco. Eso sí, la diversión y la adrenalina no se las quita nadie€ Lástima que por el camino se hayan olvidado de la ciencia ficción.