Es una pura fantasía, que rebasa el nivel de la especulación, sobre los últimos cinco días de la vida del poeta y novelista Edgar Allan Poe, que combina personajes reales con otros de ficción, pero contiene los suficientes alicientes narrativos para interesar al espectador y meterle de lleno en una trama de intriga y de crímenes.

Un «thriller», en suma, que roza en ocasiones el terror, surgido de un guión que aunque examina con detenimiento el ambiente social de la Baltimore de 1849 en ningún caso se plantea como un relato riguroso. Es más, sus autores chocaron de nuevo con el obstáculo de encontrar los motivos y los pormenores, inmersos en una absoluta nebulosa, que envolvieron el fallecimiento, en un estado calamitoso, de uno de los maestros de la literatura de terror. Eso sí, la ambientación y el vestuario están perfilados al detalle y la dirección reitera la entidad y el buen hacer del James McTeigue de V de Vendetta. No es la primera vez que se recurre a esta fórmula, la de mezclar seres reales y de notable proyección social y otros fruto de la imaginación en una misma historia.

Por lo que aquí concierne lo que se ha hecho es trasladar un caso criminal muy común en nuestros días, el típico asunto del asesino en serie, a mediados del XIX involucrando en el mismo al escritor imaginativo y de mente tortuosa que firmó poemas como El cuervo y novelas como El enterrado prematuro, Los crímenes de la calle Morgue y El pozo y el péndulo. Convertido ya en un autor en grave decadencia física, consecuencia de su abuso del alcohol, unirá aquí su fertil imaginación a la del detective Emmett Fields para encontrar a un asesino que, curiosamente, se inspira para matar en los textos de Poe. De este modo y desde que inicia su actividad matando a una madre y a su hija, sus sucesivos crímenes serán un modelo de crueldad y sadismo.