Si algo puede certificar esta película es que nadie puede librarse de genera una secuela. Es cierto que en este factor lo que pesa fundamentalmente es la taquilla, por algo nos movemos en Hollywood,y en estos escenarios la calidad no cuenta para nada. El caso es que aquí tenemos lo que parecía improbable, una segunda parte de 'Malas madres', la comedia que vimos en 2016 y que cuenta además con las mismas protagonistas y directores.

Llega, incluso, con una rapidez inhabitual, solo un año después y con resultados, por desgracia, muy parecidos, con el estandarte de la mediocridad como divisa. No cabe, desde luego, sorpresa alguna viniendo de quien viene y con unos antecedentes tan tajantes. La "feliz" idea de 'El gran desmadre' tiene sus culpables ya sentenciados y no son otros que los directores Jon Lucas y Scott Moore, que completan aquí su tercer largometraje.

Debutaron con 'Noche de marcha' en 2013 y tres años más tarde se sacaron de la manga, porque también fueron los guionistas, 'Malas madres'. Si en esta última abordaban la relación entre unas madres ya casadas y una abuelas de muy buen ver desde una óptica muy tópica y con pobres motivos para divertir al espectador, en 'El gran desmadre' se hace lo propio pero limitándolo al periodo navideño. Se trata de matar dos pájaros de un tiro, burlándose de algunos aspectos tradicionales de la Navidad al tiempo que se subrayan de nuevo las consecuencias de una excesiva intromisión de las madres en la vida y el quehacer diario de una hijas cercanas a la histeria.

Sin la más mínima referencias a padres o abuelos. Así las cosas, Lucas y Moore pensaron que el mejor recurso para evitar tiempos muertos en la trama era recurrir a ingredientes sexuales de extrema vulgaridad -incluido un culturista superdotado que acaba enrollándose con Carla-, pero que pensaban podían suscitar la carcajada. Craso error, porque la efectividad es nula por completo y hasta la solución resulta molesta. En fin que las divergencias entre Amy, Kiki y Carla y sus madres recién llegadas para ayudarles de cara a las fiestas, es decir Ruth, Isis y Sandy, no dan el más mínimo juego. ¿Qué diablos hará aquí Susan Sarandon?