Con Stefan Zweig y Ernst Lubitsch como soportes éticos y estéticos, Wes Anderson vuelve a la carga y, junto a su catálogo de tics, nos redescubre la Europa de entreguerras merced a El Gran Hotel Budapest, un lujoso establecimiento ubicado en la ficticia República de Zubrowka, en el que un asesinato y un robo lo pondrán todo patas arriba.

Mr. Gustave (Ralph Fiennes, su botones, serán protagonistas de ese crucial evento, que marcará los últimos días de esplendor del hotel, antes de que la tragedia de la historia atraviese sus habitaciones, pasillos y salones.

«Un rayo de civilización en el matadero de barbarie que es la humanidad», dice, en dos ocasiones, Mr. Gustave, y en sus palabras se adivina la nostalgia por un mundo que se perderá para siempre. Como suele suceder, el plantel congregado en El Gran Hotel Budapest es excepcional, pero merece un puesto de honor la gran vis cómica de Fiennes: ágil, mordaz y elegante.