Agotadora y explosiva, es no sólo la película con más acción de esta saga, 'Fast & Furious', que sigue plenamente en activo y con indudable futuro, sino que es difícil encontrar otras de cualquier argumento y procedencia que rebasen un menú tan saturado de principio a fin.

Superada ya, por fortuna para sus millones de admiradores, la crisis que originó la muerte en accidente en el capítulo séptimo del actor Paul Walker, que estuvo a punto de poner punto final a la serie, con una respuesta masiva del público, todo indica que incluso el proyecto de hacer una trilogía definitiva se queda ya pequeño y que la cosa tiene todavía cuerda para rato. La incorporación de nuevos y prestigiosos actores, encabezados por Charlize Theron, y del notable director F. Gary Gray, han fortalecido sus cimientos.

De todos modos está meridianamente claro que esta octava parte, como todas las precedentes, sigue siendo un culto desmedido a la acción pura y dura, de modo que las escasas y frágiles novedades del guión se supeditan a multiplicar hasta la extenuación las persecuciones, los explosivos, los enfrentamientos y la violencia.

En este sentido, secuencias como las que transcurren en las calles de Nueva York o las que encuentran un fastuoso escenario en las llanuras árticas bañadas por un Mar de Barents totalmente congelado, sin desechar las iniciales de las costas de Cuba, son verdaderamente espectaculares. Todo cabe y se acepta si supone un aliciente visual para el espectador.

Se trata, asimismo, de combatir cualquier hipotético desfallecimiento con una profusión inacabable de escenas desbordantes de ritmo y de velocidad. El caso es que los comienzos parecían muy tranquilos y que en esta ocasión la temperatura que mide sus misiones no iba a subir demasiado. Pues bien, todo lo contrario. Hasta el punto de que el grupo de élite que conforman va a superar los momentos más delicados y terribles desde que están juntos. Es fruto de la traición de Dom, que se deja seducir por una mujer tan bella como peligrosa, Cipher, enfrentándose a sus propios 'hermanos', que no salen de su asombro ante semejante actitud.