Se sostiene en exceso sobre un elemento que, a pesar de ofrecer innegables garantías, cual es la interpretación de las dos protagonistas, Amy Poehler y Tina Fey, no asegura la viabilidad del relato, que acaba haciendo aguas por diversos flancos.

Revela, asimismo, otros dos aspectos poco gratificantes, su excesiva vinculación a una realidad norteamericana que pierde identidad en otros decorados sociales e, inevitablemente, un sentido del humor demasiado local y con escasas garantías para entretener al auditorio durante dos horas que se hacen eternas.

Aunque las cosas no empiecen mal y haya en principio recursos suficientes para prometer algo divertido y con imaginación, el guion de Paula Pell llegado un momento no da más de sí. Y entonces lo que priva es el puro y soso disparate.Segundo largometraje del director, que debutó con Dando la nota, un inesperado y notable éxito en taquilla en Estados Unidos que a pesar Jason Moore de que en España no repitió la misma suerte sí contenía ingredientes nada despreciables, lo más interesante de la cinta se despacha en la primera media hora, jalonada de diálogos con eficaz sentido del humor y con un tono punzante que encuentra en las protagonistas sus auténticas valedoras.

Se trata de dos hermanas, Kate y Maura Ellis, que no atraviesan los mejores momentos de su ajetreada existencia. La primera acaba de ser despedida en su trabajo de esteticien por sus nulas dotes para tratar al cliente y se ve en serios apuros para sacar adelante a su hija adolescente, que vive en otro mundo. La segunda hace dos años que se divorció y, aunque lo busca, no encuentra al nuevo hombre de sus sueños.

Después de varios años sin verse ahora ambas tienen una cita inexcusable, ya que sus padres han vendido la mansión familiar y las han citado en la misma para que saquen de ella sus pertenencias. Una solución que indigna a las dos, pero que no tienen más derecho que asumir y que va a suponer un reencuentro verdaderamente sonado entre ellas.