Ratifica plenamente algo que era palpable en toda la obra del director catalán Jaume Collet Serra, en concreto sus cualidades narrativas singulares, especialmente a la hora de conseguir crear en su cine un clima de tensión creciente y de miedo nada artificioso.

Aquí se vale de ingredientes clásicos, vinculados de forma específica a Steven Spielberg y a su inolvidable ´Tiburón´, que ha creado escuela desde que se estrenó en 1975, para mostrarnos el duelo terrible a vida o muerte entre una mujer y un feroz escualo, el mayor depredador de todos los mares, el gigantesco tiburón blanco.

En apenas 85 minutos, el cineasta hace acopio de todo aquello que necesita para que el relato, sustentado en un único personaje, no se vea afectado por una pérdida de intensidad o de pánico. Aunque lo ha tenido más difícil que en sus títulos previos, entre ellos los espléndidos ´La huérfana´ y ´Sin identidad´, su consistencia en el manejo de la cámara es envidiable.

Rodada en una preciosa y perdida playa australiana, aunque se hace pasar por México, la película va directamente al grano y no necesita de recursos adicionales para contar la angustiosa lucha por la supervivencia de una joven, Nancy Adams, que ha decido extraviarse en un lugar ignoto para sumergirse en los recuerdos de su madre, que acaba de fallecer. Apenas lleva equipaje, pero no el falta la tabla de surf, que es su cordón umbilical con el mar.

Con esta perspectiva, inicia su desafío a unas olas crecientes en tamaño y fuerza que provocarán un lamentable contratiempo en forma de herida sangrante en una pierna. Es lo peor que le podía pasar porque con ello atrae a un tiburón blanco que tiene en esos lugares el campo de batalla para su alimento. Así, en un reducidísimo espacio, una pequeña roca apenas a 200 metros de tierra que emerge cada vez que baja la marea, Nancy se plantea una estrategia tan peligrosa que ni siquiera tiene tiempo para extraer de su mente al más horrible enemigo al que podía enfrentarse.

No dispone apenas de nada que le pueda ser útil y solo vence al silencio y la soledad expresando en alto sus pensamientos. Sabe, además, que solo mediante la ayuda de terceras personas, gente que pudiera aparecer en esta minúscula playa o llamar la atención de algún barco cercano, puede salir con vida de semejante reto.