Un canto a la increíble capacidad de resistencia del ser humano sobre la base de la biografía de un héroe de guerra estadounidense, Louie Zamperini, que superó situaciones límite al filo de lo imposible. Basada en el libro de Laura Hillenbrand, que lo escribió a partir de las largas conversaciones telefónicas que mantuvo con el interesado, ha puesto a prueba los resortes narrativos de la actriz y aquí directora Angelina Jolie, que ha salido relativamente airosa del duelo con los impactantes fotogramas.

Teniendo presente que estamos ante solo su segundo largometraje detrás de la cámara -tras el drama bélico desgarrador En tierra de sangre y miel, un acercamiento más que loable a la guerra de los Balcanes que no recibió la acogida a la que se hacía acreedora-, no cabe duda alguna que los resultados son más que plausibles.

Se marcan en algunos momentos lógicas y pequeñas carencias que afectan de modo especial al ritmo de las imágenes en situaciones probablemente algo alargadas, aunque nunca se pierde la intensidad ni se malogran momentos que llegan a resultar conmovedores y de una capacidad de impacto más que considerable.

Fallecido en 2014, cuando la película ya era una realidad, Louie Zamperini es uno de esos hombres con categoría de mito que superan adversidades que acabaron con la vida de la mayor parte de sus compañeros, incluyendo un accidente aéreo con impacto en el mar, una lucha por la supervivencia en una balsa que se prolongó en altamar, sin provisiones de ningún tipo, la friolera de 47 días y, si no bastara con eso, casi dos años de estancia en dos infernales campos de concentración japoneses en condiciones que para sí hubieran querido muchos esclavos.

La película comienza cuando el protagonista actúa como bombardero en la segunda guerra mundial y su avión es abatido, cayendo en manos de la marina nipona tras ser rescatado de un mar infestado de tiburones.