No rentabiliza como sería de desear unos recursos argumentales que requerían de un tratamiento bastante más imaginativo, porque son insólitos y difíciles de encajar en la realidad cotidiana de los personajes, lo que priva a la película de su principal aliciente, su sentido del humor a pesar de un trasfondo no exento de dramatismo.

Es innegable que el director Samuel Benchetrit no ha vencido las resistencia que le ofrecía un guión, basado en dos relatos de su libro 'Crónicas del asfalto', que escribió en 2005 y que presentaba notorios riesgos de encaje en un entorno supuestamente cotidiano. El más discutible de todos es, sin duda, el que muestra la caída literal del cielo a la azotea de un edificio de las afueras de París de una capsula espacial en la que viaje el astronauta norteamericano John Mckenzie, que apenas interesa.

Segundo largometraje de Benchetrit estrenado en España, tras 'Janis y John', que vimos casi de tapadillo en 2003, es el quinto de su filmografía. Un producto cuya originalidad nadie discute, pero que no rentabiliza apenas unas posibilidades para la comedia dramática evidentes. La película se introduce en el decorado de una comunidad de vecinos, un entorno aquí poco sugestivo, de la mano de tres historias, las dos basadas en sus escritos y una tercera, sobre la incursión en este ámbito de una veterana actriz de cine, que va por libre.

Por desgracia, el cineasta galo no aporta a unos seres tan poco comunes la vitalidad y el encanto que requerían y en estas circunstancias es imposible sacar el partido idóneo. Así, la aventura del cosmonauta se desborda de sus cauces en la casi familiar relación que sostiene con una vecina madura de origen argelino y actitud maternal, en tanto que el encuentro entre un adolescente y la actriz veterana tampoco halla su punto idóneo.

Finalmente, la experiencia de un fotógrafo que se desplaza en una silla de ruedas, con tendencia a la histeria, no se fortalece con la aparición de una enfermera de noche que apuntaba al corazón de ambos.