Denota ese elaborado código de barras que es común a buena parte del cine de terror británico, reiterando un exquisito cuidado en la ambientación y en el perfil de los personajes. También confirma que el director Nick Murphy, que debuta en el largometraje para la pantalla grande pero que tiene nutrida experiencia en series de televisión, ha heredado buena parte de ese toque de calidad de sus compatriotas, a pesar de que una excesiva acumulación de incidentes en la parte final frustren un tanto los buenos resultados que deparaba la cinta en su planteamiento y en su desarrollo previo.

Eso sí, no todo se diluye con esos defectos y en ningún caso afectan a la espléndida labor de la protagonista, Rebecca Hall, que forja un personaje rebosante de sensualidad y de buenas maneras. Con guión del propio director, con la colaboración de Stephen Volk, la historia inicial, ubicada en la Inglaterra victoriana, se ha trasladado a 1921, a unos momentos en los que Gran Bretaña vive todavía los estragos de los innumerables muertos provocados por la primera guerra mundial y por una demoledora epidemia de gripe.

Un panorama que ha llevado inevitablemente a que fenómenos como la brujería y el ocultismo se conviertan en temas muy recurrentes. Por eso, precisamente, la profesora Florence Cathcart, que ha perdido a su prometido, se ha entregado por entero a desmontar estos sucesos supuestamente sobrenaturales desde posiciones realistas y científicas.

Una postura que va a ser puesta a prueba de forma terrible cuando acepta la propuesta de desplazarse a un internado inglés, Rookford, donde al parecer se está produciendo la inquietante aparición del fantasma de uno de los niños del centro. Hasta este destino el itinerario resulta sumamente atractivo y llamativo, poniendo sobre la mesa de nuevo el apasionante enfrentamiento entre lo racional y lo fantasmagórico.

Desgraciadamente, llegados a este punto en el que Florence se introduce en el ojo del huracán y empieza a ser testigo de cosas inexplicables y misteriosas, que revelan la presencia de fantasmas, el relato no sólo pierde rigor y credibilidad, también se complica en exceso y cae en tentaciones demasiado gratuitas.