Ofrece más de lo que cabía esperar, aunque sus dos directores, los suecos Marlind y Stein ya recibieron los elogios de la crítica con La tormenta, que rodaron en su país, y puede calificarse de thriller inquietante que logra sostener casi siempre un clima de tensión considerable, si bien lleva tan lejos las propuestas del guión en materia psicológica que da la impresión de que a veces se juega con la manipulación.

Lo que está claro es que buena parte de esa atmósfera enrarecida y que suscitará el miedo de algunos está canalizada a través de la labor de una actriz siempre espléndida Julianne Moore, que ha sido nominada cuatro veces a los oscars.

En el cometido de la psicóloga forense especializada en casos de individuos con personalidad múltiple, cuyos diagnósticos han llevado a la pena de muerte a varios de sus clientes, logra casi el milagro de hacer verosímil un cuadro con patologías que realmente son difíciles de asimilar. Su cometido se enriquece en el plano familiar con su condición de medre de una niña y en el hecho trágico de que perdiera a su marido en un trágico y terrible suceso.

A pesar de que hay ingredientes un tanto fantasiosos en el guión, no hay que dejar de lado la complejidad del mismo y el hecho de que sea un texto original firmado por un único guionista, Michael Cooney, que era responsable previo de Identidad, otro guión con formato de thriller. Sus virtudes se condesan, especialmente, en la primera parte, cuando la doctora Cara empieza a trabajar, por deferencia de su padre, que es también médico, en un caso llamativo que supone un reto para ella. Se trata de un joven parapléjico, David, que responde a un trastorno de personalidad disociativo, que le lleva a cambiar en determinadas situaciones de identidad. Comprobará así que David no sólo se convierte en Adam, sino que va asumiendo nuevas personalidades, en un proceso demasiado extremado, que tienen trágicos elementos en común.

Es cierto que la balanza de la psiquiatría se desnivela en ese deseo de los directores, que tienen un método de trabajo insólito, ya que cada día dirige uno, por llevar al límite las cosas y forzar el terror al precio que sea, aunque sin perder nunca el rumbo de la trama. El aspecto que más se resiente de ello es la credibilidad y el rigor.