Había un material precioso para una gran película, pero aunque los resultados no sean totalmente decepcionantes salta a la vista que no se ha encontrado el punto justo para aprovechar un soberbio filón literario. El director y guionista Bruce Robinson no ha logrado la necesaria inspiración a la hora de convertir en imágenes el libro del periodista «gonzo» Hunter S. Thompson. Tanto es así que resulta más apasionante la anécdota propia del encuentro casual del texto, que descubrió el actor Johnny Depp en los años noventa cuando visitaba la casa de su amigo Thompson y que nunca se había publicado, que los acontecimientos, de notable peso, que en él se reflejan.

El entusiasmo del actor fue de tal calibre que ese mismo día inició el proceso para rodar la película, que culminaría una década después, en 2011, seis años después de la muerte del escritor, a quien está dedicada una cinta que aborda hechos cruciales en la evolución del periodismo.

El principal defecto es, sin duda, la falta de emociones que denota el relato y una ausencia de tensión que se palpa en todo momento. Hay un prólogo muy prometedor, la llegada en los años sesenta del periodista norteamericano Paul Kemp a San Juan, la capital de la isla de Puerto Rico, fruto de su deseo de encontrar una tranquilidad que no le proporciona Nueva York y su trabajo en el New Yor Times.

Ha sido contratado por el diario local San Juan Star y está empeñado, asimismo, en poder escribir un libro. Trabajará a las órdenes de un director un tanto desquiciado, Lotterman, y contará con la colaboración estrecha de un colega fotógrafo, Sala, que se convierte en su compañero de piso.

No parece un panorama muy prometedor, combatido a diario con ese ron que riega estómagos generosos de alcohol, a pesar de que no falta la agitación, pero pronto cambia la perspectiva cuando conoce a un empresario norteamericano, Sanderson y, sobre todo, a su bellísima esposa Chenault.