Los sentimientos y la emotividad llenan la pantalla en momentos realmente singulares que confieren a la película su verdadero sentido. Esta es una película diferente que está basada en hechos reales y que se adentra en la intimidad de una pareja irrepetible, la que forman la pintora Maud Lewis y el pescador Everett Lewis, que viven en una reducida y aislada mansión de las frías tierras canadienses de Nueva Escocia.

Nadie podía concebir que dos personas tan encontradas y distintas podrían llegar algún día a vivir juntas, especialmente cuando los primeros intentos de convivencia se definen por el enfrentamiento, la discordia y la falta de tacto y cariño. Ni el más ínfimo rastro, sobre todo en él, de amor. A pesar de ello nada podrá impedir que acaban viviendo juntos y enamorados.

La historia se desarrolla en los años treinta y se abre paso cuando Everett, que vive solo, pone un anuncio en el periódico solicitando una mujer que le haga las tareas domésticas. Es la ocasión que buscaba Maud para salir de su casa, donde no se le tiene aprecio alguno. Tampoco a él le atrae su figura, que se ha desfigurado como consecuencia de una artritis reumática. Por eso los primeros momentos son muy duros y hostiles y solo la buena voluntad de ella y su afán por evitar lo peor impiden que se rompan todos los vínculos. Se va forjando así una amistad que transita del afecto al amor casi sin que se haga patente. Pero los sentimientos pueden con todo y con eso y con la buena voluntad de Maud el milagro toma cuerpo.

Una vez más, la bondad y la sensibilidad rompen todas las barreras. Paralelamente, la afición de ella por la pintura se consolida hasta niveles insospechados, de modo que los dibujos y los cuadros que cubren las paredes de su casa empiezan a llamar la atención de las numerosas personas que las ven expuestas. Tanto es así que numerosos expertos en arte la entrevistan, contribuyendo a su enorme popularidad en todo el país. Pocas veces unos dibujos aparentemente simples han tenido tal impacto en un púbico tan heterogéneo. Las imágenes finales, con película en blanco y negro de los personajes reales, eleva el toque afectivo de la película, que nos ofrece, además, una gran interpretación de Ethan Hawke.