Sus defectos, especialmente en la definición de los personajes, son ostensibles, pero si se contemplan desde la perspectiva de la opera prima los méritos están bastante por encima. Este debut en el largometraje del realizador canario Roberto Pérez Toledo representa por eso una agradable sorpresa que hace contemplar con fundadas esperanzas el futuro de un cineasta con cualidades y con instrumentos más que sugestivos.

Incluida en la sección Zonazine del Festival de Málaga, nos acerca al universo peculiar de los discapacitados y en el seno de ellos a una figura que adquiere un relieve y una singular prestancia, Emma, una ciega cerca de cumplir los 30 años que está verdaderamente obsesionada por ser madre. Su experiencia en este sentido fortalece unas imágenes que pierden algo de identidad cuando aquélla pasa a segundo plano en beneficio de seres menos pulidos.

Influye en esta circunstancia, sin duda, la magnífica labor de Verónica Echegui, una actriz que se ha consolidado en la élite de nuestro cine. Para entrar en ese ámbito específico de los disminuidos la cinta se vale de una terapia de grupo que dirige un especialista en la materia, Germán, y de la que son asiduos pacientes personas con una minusvalía, tanto física como psíquica.

Son personas que se han integrado en parte en la sociedad pero que todavía son víctimas de algunos prejuicios de la misma y que tratan de abrirse camino mediante un recurso permanente al humor. Tanto es así que la historia podría definirse como una comedia dramática o como un drama con concesiones a la comedia. En ese paisaje humano se mueve una Emma que desea tanto tener un hijo que ha roto con su novio porque no puede concederle ese deseo.

Y a partir de esa situación su vida se convierte en una búsqueda desesperada por encontrar al hombre que haga posible su embarazo, un donante de esperma que no tiene nada que ver con el amor.

A pesar de que la estabilidad dramática se tambalea ligeramente en algunos momentos y que no siempre los fotogramas tienen la fuerza que sería de desear, nunca se pierde el rumbo ni la trama e incluso hay destellos de una indudable intensidad.