Es el fruto de un trabajo bien hecho que pone de manifiesto la experiencia y el buen hacer almacenados por el director valenciano Paco Plaza en su dedicación, prácticamente exclusiva aunque compartida con el director catalán Jaume Balagueró, al thriller de terror. Ahora, cinco años después de haber puesto punto final a una trilogía que impactó en el ámbito internacional, la célebre Rec , el cineasta regresa en solitario a un universo específicamente terrorífico que se inspira en fuentes reales. Lo que se nos muestra es el trágico caso Vallecas, acaecido en el barrio madrileño en junio de 1992, que costó la vida a una adolescente, «enriquecido» con elementos del expediente Embajadores. Si en el primero lo acaecido derivó a un asunto de misterio y parapsicología que presume ser el único con estos ingredientes que figura en los archivos policiales, el segundo recurre a extrañas presencias que dejan en sus víctimas terribles arañazos y restos de violencia.

Todo este asunto se desarrolla en un piso del popular barrio madrileño a partir del momento que 'Verónica' mete en su casa un tablero de ouija que convoca extraños seres de ultratumba. La hija mayor, que cuida de los hermanos menores, los tres a menudo solos por una madre entregada a sacar adelante el bar que regenta, será la que más sufra las consecuencias de un miedo que se apodera del mundo supuestamente inocente en el que vivían. La situación de los niños y la tensión a la que son sometidos se hace más ostensible y patente y ni siquiera la reaparición de la madre impedirá que las raíces del mal invadan un escenario marcado por la inocencia.

El mérito extra es que los pequeños actores que incorporan a los hermanos se desenvuelven con una notoria seguridad a pesar de su poca experiencia que, en el caso de la Sandra Escacena que interpreta a Verónica, es ninguna. El tacto y el control total de los medios narrativos conllevan que Plaza consiga hacer verosímil esta historia propia de la serie B norteamericana pero mejor diseñada en sus aspectos genuinamente siniestros. De ahí que la trama se siga con interés y en un clima de miedo que no se desborda ni por los excesos ni por lo grotesco