Después de un año que muchos considerarían agotador, a Emma Suárez, recién cumplidos los 48, se la ve radiante. La actriz madrileña afronta la nueva temporada con el deseo de llevar de gira la obra ´Viejos tiempos´, del Nobel Harold Pinter, que interpreta junto a Ariadna Gil y José Luis García Pérez. Y con dos películas pendientes de estreno: ´Área de descanso´ y ´Buscando a Eimish´. En ellas interpreta a dos mujeres bien diferentes, pero con algo en común: que el tiempo y sus tragedias personales las han obligado a crear barreras que las mantienen apartadas del mundo.

P- Tal y como están las cosas, ¿le podría ir mejor?

R- ¡Siempre! No, es broma y no sería justo. Pero es que, además, estoy en un buen momento personal. En un momento de fuerza y luz. Estoy tranquila, muy estable emocionalmente, que es fundamental. Y en cuanto a lo profesional, soy una trabajadora nata; no he parado jamás, pero creo que he sido muy coherente y eso me hace tener una cierta calma interior. Tengo inquietudes artísticas, pero no tengo inquietudes de conciencia. Llega un momento en que ya te conoces, y la gente también, y te das cuenta de que parte del trabajo ya está hecho. Al menos sabes lo que no quieres hacer. Se gana un tiempo precioso y ese es un bien que no se puede derrochar.

P- ¿Se empieza a valorar el tiempo cuando ya se tiene una edad?

R- Sin duda. Pero cumplir años es maravilloso. Si eres una persona sana, física y mentalmente, claro. Yo no me cambio por la Emma Suárez de hace 20 años ni loca.

P- ¿Cómo se recuerda entonces?

R- Muy osada y un poquito insegura. Y ahora es justo al revés. Siempre me han gustado los retos, pero ya no tengo la necesidad interna de lanzarme a cualquier aventura por el hecho de vivirla. Ser osado es peligroso, porque puedes salir malherido. Esta última función, ´Viejos tiempos´, me ha obligado a revisar mi pasado, porque la tesis que propone Harold Pinter es que uno recompone sus recuerdos según le conviene. Eso significa que somos los artífices de nuestro pasado, no en la medida en que lo hemos vivido, sino en la medida en que manejamos su recuerdo. Es una forma de inventarnos a nosotros mismos. De ser quienes nos gustaría ser y no quienes realmente somos. Porque a lo mejor nos da miedo ser así.

P- Y ¿de qué habría que prescindir al hacerlo? ¿De las malas experiencias? ¿O recordarlas para no repetir errores?

R- Eso sería lo valiente y lo práctico. Yo no tengo conciencia del futuro, pero quizá tampoco ya del pasado. Siempre he sido persona de vivir el momento y creo que ahora más que nunca, porque ahora sé que la vida te puede crujir cuando menos te lo esperas. Perdí a mi padre hace unos meses. Fue la persona que, de algún modo, encaminó mis pasos hacia esta profesión. Un hombre de gran sensibilidad, muy digno, muy libre. Trabajaba en una empresa de publicidad, pero amaba el teatro, la música, la literatura. Sus hijos nos formamos teniendo muchas conversaciones en casa, hablando mucho de la importancia de ser honesto. Curiosamente, cuando alguien se te va, tomas conciencia de lo que tú eres, de dónde vienes, de tu vida y de tu muerte próxima y segura. De lo que hay dentro de ti que has heredado de esas personas que se han marchado, pero que están más presentes que nunca.

P- Tenía 14 años cuando interpretó a la Leticia Valle de Rosa Chacel, para el cine. ¿Había elegido ya ser actriz?

R- No, la verdad. No sabía que tuviera vocación, pero quizá mis padres, y en especial mi padre, sí. Él leyó el anuncio que convocaba para las pruebas en el periódico y allí fuimos. Y fue definitivo para mi vida. Luego me enamoré de la profesión y no he perdido la ilusión para nada. Cada proyecto está envuelto en la necesidad de conocer cosas nuevas, crecer, investigar. Aprendí a decir el verso, con Alicia Hermida, la mejor de las maestras, para ´El perro del hortelano´ y lo debí de hacer bien porque me dieron un Goya. No he vuelto a hacer en verso nada más, pero me sirvió para saber leer y disfrutar de la poesía.

P- ¿Es esa ilusión la que le hace embarcarse en el debut de tantos directores?

R- He estado en los primeros trabajos de muchos de ellos: Medem, Coixet o Tom Fernández, por ejemplo. A mí me encanta la experiencia porque se comparte un mismo diálogo y, de algún modo, trabajamos de igual a igual, y me otorgan la confianza de aportar propuestas o ideas. Me puedo equivocar, pero al menos sé que voy a ser escuchada. Cuando trabajas con directores ya maestros, es más fácil que te quedes calladita. Entre otras cosas, porque escucharles es maravilloso.

P- ¿Es difícil convencerla para que interprete un papel?

R- Depende de cómo sea éste. El resto es fácil. En las últimas películas en las que he participado, he tenido suerte. ´Área de descanso´ es la historia de un conductor de camión que sufre una avería y espera en ese lugar a que sea reparada. Le pasa de todo y nada bueno, pero además conoce a una friki, que soy yo, que vive en una caravana viajando por el mundo y que para allí de vez en cuando porque fue donde murió su familia en un accidente.

En ´Buscando a Eimish´, que es una película sobre las segundas oportunidades, interpreto a una mujer que no las ha tenido. Una mujer sin pasado, que vive tras una máscara y que está llena de amargura. Preciosos los dos.

P- ¿Le falta al cine español actual aquella valentía del primer Medem, o de Coixet, o incluso de Pilar Miró haciendo una película en verso casi en el siglo XXI?

R- No sé si valentía. Ahora lo que le falta es de todo. Está peor que nunca. Siempre hemos dicho que estaba mal, pero ahora es que apenas hay proyectos y los que surgen y son interesantes no salen adelante por falta de financiación. Y hay muchos trabajadores de este sector que tienen que dar de comer a sus familias. Pero, además de alimentar nuestro cuerpo, somos seres que precisamos alimentar nuestro espíritu.

Educarnos, estar en contacto con la cultura, que es el gran legado de un país. A nivel creativo pienso que la televisión le ha hecho mucho daño al cine. Ha sido una fábrica de hacer series de rápida factura; no siempre han sido productos cuidados. Muchos de los actores habituales han mal aprendido a trabajar deprisa y corriendo, y eso se da de tortas con la creatividad, que precisa de reflexión y de tiempo.

P- ¿No ve la televisión?

R- No tengo. Mi hijo de 17 años tiene una en su cuarto y, de vez en cuando, veo una peli con él.

P- Tiene, además, una niña de cinco. ¿Cómo se definiría como madre?

R- Absoluta. Es mi primera responsabilidad y mi primer compromiso. Obviamente, antes de ser madre era actriz y antes de ser actriz era persona, por lo que soy incapaz de desligar esas cosas. Soy las tres y lo organizo todo lo mejor que puedo, haciendo encaje de bolillos, porque soy autónoma e independiente y mis horarios son muy diferentes a los de los demás. Además, no tengo el don de la disciplina, soy bastante libre, liberal y más caótica que otra cosa. La experiencia y la responsabilidad como madre me obligan a establecer un orden.

P- ¿Ha sido la experiencia con mayúsculas de su vida?

R- Sí. Lo ha sido y lo sigue siendo, pero dentro de mi ordenado caos hay cosas que ya he aprendido con mi hijo mayor y ahora trato de poner en práctica o no hacerlo con la pequeña. Al mayor le he consentido mucho más, aunque él dice que mimo a su hermana. En fin, las cosas de cualquier familia. Como ser madre es lo primero en mi caso, puedo decir que el trabajo es mi evasión, como para otras lo es irse de compras.

P- ¿Tener claras las prioridades le sirve para relativizar las cosas? ¿Incluso las posibles fricciones con el ego?

R- Es que siempre he sido tímida en ese sentido y nunca se me ha olvidado de dónde vengo. Es posible que en algún momento haya estado más desbordada, por la velocidad y por las expectativas que se pudieran crear a mi alrededor, incluso por cómo se comporta la gente que te rodea. Muchas veces no eres tú el que se sienta en ese lugar; son los otros los que te traen la silla. Eso me ha resultado siempre muy incómodo. Y le puse freno y provoqué que las cosas cambiaran, dejando de ir a todos los lugares a los que se me invitaba. Yo no quiero estar de moda; tengo cosas más importantes que hacer. No me interesa estar en el ojo del huracán.

P- Y el momento pasó€

R- Y trajo otros momentos diferentes. Tuve a mi hija y eso también ayudó a poner distancia con aquello de la profesión que no consideré prioritario y que me resultó más incómodo. Igual me equivoqué y me ha podido pasar factura. Claro que sé lo que es una crisis. Tanto en lo personal como en lo profesional. Por eso ahora me noto más luminosa. Porque he vivido en la oscuridad durante un tiempo. Me siento feliz entre comillas. Disfruto de mi teatro, de mis rodajes, de mis amigos, de mis paseos. Pero, claro, no soy idiota. Soy consciente de mi privilegio y comparto cuanto ocurre alrededor. Y no estoy tranquila, porque ahora nadie puede estarlo. Y aunque lo estuviera, no debería.

P- ¿Cree que lo que estamos viviendo está sacando lo peor de nosotros?

R- Sin duda. Detecto una enorme falta de solidaridad. Creo que somos muy egoístas y que no tenemos tiempo de pensar en el otro. Se nos olvida que se trata de que todo esté bien para todos, no de que todo esté mal para todos, pero me encuentro gente que, como lo está pasando fatal en el paro, casi se alegra de que despidan también al de al lado. No tenemos ni un minuto para ponernos a pensar en el otro, para ponernos en su piel. Y así nos va.

P- ¿Se ve prejubilada?

R- Tengo la esperanza de que no sea así. Yo no me veo dentro de treinta años viajando por ahí. Yo me veo en lo mío. Subiendo al escenario, aunque me tengan que bajar entre varios después. Aparte de que no me lo puedo permitir. No soy yo muy ahorradora. Para mí el dinero tiene una única utilidad y es práctica. No soy de guardar.

P- Se desprende de sus palabras que, al final, es en el teatro donde, profesionalmente, más a gusto está€

R- Es que es un lugar mágico. Donde la gente se saluda y se besa y canta mientras se toma un café esperando que empiece la función. Es un mundo especial. Si estás en el Teatro Español, como en este momento, puedes charlar con Asunción Balaguer, que te cuenta que está feliz haciendo su primer musical a los ochenta y tantos o con ese gran director y estupendo compañero que es Mario Gas, que te saluda y se toma su tiempo al hacerlo. Igual que con el de la barra. "Oye, que me tomo un café, mañana te lo pago". Es maravilloso.

P- Ha trabajado con Adolfo Marsillach, con Jesús Puente, con Bódalo, Paco Rabal, Fernán Gómez, Imperio Argentina, Alfredo Landa, Geraldine Chaplin. ¿Qué aprendió de ellos?

R- Me estaba acordando de Irene Gutiérrez Caba, que fue la primera de las grandes con las que trabajé en teatro, en ´El cementerio de los pájaros´, de Gala. El otro día me encontré con Irene Escolar, que es su nieta y una actriz espectacular, y pensé: "¡Qué maravillosa profesión he elegido que me permite disfrutar en dos épocas distintas de la compañía de dos mujeres tan estupendas unidas por la genética y el talento!". La gran mayoría de ellos eran gentes de calado profesional y humano, con mucha sabiduría, pero con una humildad infinita. Con una sencillez que me sobrecogía. Siempre me han tratado con mucho cariño. Incluso gente con la que nunca he trabajado.

Núria Espert, por ejemplo. Fui a saludarla al camerino después de verle un monólogo maravilloso, que bordó. Y en cuanto supo que estaba allí salió a mi encuentro: "Hola, Emmita ¿cómo estás?" Eso me conmueve porque significa que esas personas a las que yo he admirado desde que empecé me tienen en cuenta. Me siento muy orgullosa de ello.Mis padres no eran de este entorno, tardé en acostumbrarme a esta maravillosa forma de relacionarse, de mostrarse respeto y cariño. Es un honor sentir que me han aceptado en la familia.

P- Y de los jóvenes, ¿también se aprende?

R- Sin duda. Verónica Echegui, por ejemplo, es una actriz muy grande. Pero, con respecto a ellos, a los jóvenes, lo que más gracia me hace es que, como hacían con nosotros cuando empezábamos los actores que estaban ya asentados, yo soy capaz de decir ahora mismo quien llegará lejos. Lo veo, lo huelo. Hay algo€ Es un talento, un don, una luz misteriosa. Es indefinible, pero está ahí. Yo lo veo. Y no me he equivocado nunca cuando le he dicho a alguien: "No vas a parar de trabajar".

P- Por tanto, ¿la travesía está siendo como esperaba?

R- Yo soy una soñadora. Yo esperaba más y mejor. La capacidad de soñar es infinita, y siempre soñé que el mundo sería de otra manera, pero hay un momento en el que te das cuenta de que la casa no está limpia y de que, por mucho que tú hagas, hay cosas que no dependen de ti. He aprendido a proteger lo que me concierne y a quien me concierne, pero sin despegarme del que tengo enfrente o al lado, aunque no pueda hacer mucho por él. Por elección personal y porque así lo impone mi profesión. Mi trabajo me obliga a conocer y a comprender al ser humano. Aunque algunos no me gusten. Soy actriz.