­El dolor por la pérdida de un ser querido es el andamiaje de Sueño y silencio, la última película de Jaime Rosales. Un mínimo guión de situaciones que ha permitido al cineasta dar un paso más en su personal búsqueda de aprehender la realidad. El punto de partida: unas vidas que dan un giro de 360 grados ante un hecho inesperado, un accidente que lo cambia todo, como cuando en un confesionario el silencio se ve pespunteado por los susurros de dos personas. Al mismo tiempo, un antes y un después en la existencia de una familia, el recuerdo y el olvido, la trascendencia de la vida. Un filme híbrido entre el cine documental y la ficción. Eso es Sueño y silencio.

Que este breve aperitivo sirva para que aquellos socios que lo deseen pasen la primera velada cinematográfica de CineCiutat con el cineasta barcelonés, que comentará la cinta (a estrenar el 3 de octubre en Francia) y se sentará a manteles con los espectadores tras la proyección. Las coordenadas de la primera cita de este ciclo con continuidad son: mañana en las salas de s´Escorxador a las 18 horas. El coloquio será a las 20 y la cena (en el restaurante de enfrente), a las 21.30. Para esta última, será necesario comprar la entrada anticipada en taquilla antes de las 21 horas de hoy. El precio será de 14 euros.

El tenue hilo narrativo de Sueño y silencio, descrito anteriormente, esconde sin embargo algo más. "La película apunta a partir de determinadas figuras estilísticas cierta trascendencia de la vida. El arte es lo que me permite acceder a esa experiencia iniciática, espiritual y trascendente", apunta el barcelonés. Si hablamos de arte estrictamente, hay que señalar que la cinta la abre y la cierra Miquel Barceló, quien recrea dos mitos de la cultura cristiana: el sacrificio de Isaac y la Gólgota o Calvario de Cristo. "Siempre he visto esa parte trascendente de la que hablo en sus obras, sobre todo en los trabajos que hizo sobre la Divina comedia o en sus intervenciones eclesiásticas", apunta un cineasta que considera que "el cine no es una industria en nuestro país". "Ahora mismo hay una gran camada de futbolistas, no de cineastas", añade.

Como ya ha demostrado en su filmografía anterior, Rosales vuelve a hacer patente en esta película €presentada en la Quincena de Cannes€ su interés por estar en la frontera que dividiría el cine más cercano a la comunicación y otro tipo de metraje de calado más artístico. Sin embargo, reconoce que la parte documental ha ido ganando terreno en esta última cinta. Tanto es así, que el autor de La soledad ha rodado con actores naturales. "En el filme cuentan cosas de su vida real, han trabajado sin guión y a partir de sus emociones, pero también he escogido a gente interesante que tiene cierta facilidad para pasar a la ficción", asegura. Tanto es así, que el rodaje (la cinta está filmada en una sola toma) se acerca lo más posible a la realidad, a lo inesperado, al azar. "Cuando te abandonas a la realidad, emocionas", opina el cineasta, poco dado a la significación política del sector cinematográfico en nuestro país.