El nombre adapta una obra teatral de Matthieu Delaporte sobre una explosiva cena de burgueses de mediana edad. Es un ágape de amigos con fuertes vínculos familiares: la pareja consorte, el hermano de ella, su esperada y expectante esposa y el amigo íntimo de toda la vida, homosexual aparente. El interés por saber el nombre del futuro vástago desencadena una espiral de malentendidos, secretos mal guardados y rencores latentes.

Acudiendo a referentes cercanos, la película recuerda mucho a Un dios salvaje (Polanski adaptando a Yasmina Reza) y, algo menos, a La cena de los idiotas. Sin embargo le falta la mala uva de la primera y la originalidad de la segunda. Incluso, rebobinando más, uno no deja de añorar a Buñuel, quien con mucha más discreción destapó y fulminó el ensimismamiento de los burgueses occidentales. Patelleire y Delaporte pecan de querer agradar al público con un prescindible arranque a lo Amelie, una cortinilla intermedia con música pop y un igual de prescindible final feliz. En la dirección sí aciertan en el ritmo y las entradas y salidas; los actores cumplen sin llegar a sobresalir. Volviendo a las odiosas comparaciones, Patrick Bruel y Charles Berling no tienen el poderío de Cristoph Waltz y John C. Reilly; ídem con las damas.

A pesar de todo El nombre no es un filme fallido. Está bastante por encima de comedias más blandas (El Skylab sin ir más lejos), sostiene el interés del espectador en un espacio muy limitado, echa sal sobre el egoísmo de las clases medias, sean cual sean su nivel cultural y afinidades políticas; y provoca algunas buenas carcajadas.

El Nombre

Francia, 109 min.

***½

Director: Alexandre de la Patelleire, Matthieu Delaporte. Actores: Patrick Bruel, Valerie Benguigui, Charles Berling, Judith El Zein. Cines: Augusta