Para que se vayan haciendo a la idea, el del retrato de la izquierda es Fortunio Bonanova –no Rodolfo Valentino–, un emigrante mallorquín que con buena brújula recaló en Hollywood y cayó en gracia. Pero no porque sí, que también, sino porque era buen actor. El siguiente dato, aportado por el escritor y colaborador de este diario, Eduardo Jordá, puede que termine por situar mejor al lector en la órbita del personaje: "Fortunio es el único mallorquín que ha actuado con Orson Welles, John Ford y Billy Wilder, y que a su vez ha firmado un texto conjuntamente con Borges [en concreto, el Manifiesto del Ultra]".

El colosalismo de su figura bien se merecía un estudio –que llegó con la biografía que le publicó Josep Antoni Pérez de Mendiola en 1999–, pero sobre todo precisaba de una película, Citizen Bonanova, largometraje que acaba de ver la luz después de dos años de trabajo e investigación, y que se estrenará el próximo día 14 en la sala Augusta en un acto organizado por la Mallorca Film Commission. La cinta se exhibirá en la misma sala a partir del día 16, pero ya en horario comercial. El documental, con visos de estrenarse en otras pantallas de la península y dirigido por Enrique Fernández y el propio Mendiola, ya se ha presentado a los premios Goya y su candidatura ha sido admitida. Los académicos estarán descubriendo en estos momentos quién era realmente don Fortunio.

"Ése no era su nombre verdadero", explica Fernández, "sino un pseudónimo que escogió para triunfar. Se llamaba Josep Lluís Moll y nació entre 1895 y 1896 [se perdió durante la guerra su partida bautismal] en la calle Apuntadors de Palma". Datos biográficos ordenados cronológicamente y cosidos a partir de materiales como imágenes de archivo, metraje de películas en las que trabajó y entrevistas cimentan el largometraje, coproducido por IB3 y Miramar Producción Audiovisual. "El gran desconocido del cine español", prosigue el director del filme, empezó como cantante de ópera y zarzuela en las tablas del Teatre Principal de Palma. "Luego no se sabe muy bien cómo, pero consiguió en Barcelona un papel en la película Don Juan Tenorio (1922) de los hermanos Baños". Ése fue su debut cinematográfico. Poco después, se enroló en una compañía de zarzuela que giró unos meses por Nueva York. "Fue justo en ese momento que entró en contacto con Broadway y el cine americano", continúa, "y es una incógnita cómo sucedió todo, pero cuando se estrenó Don Juan Tenorio en el Mecca Temple neoyorquino, Fortunio ya estaba rodando El amor de Sonia junto a Gloria Swanson".

Según Fernández, el actor mallorquín fue un secundario de lujo en las colinas de Hollywood. Para Jordá, uno de los entrevistados en la cinta, estrictamente no llegó a ser tal por la brevedad de sus intervenciones y quizá porque su faceta de cantante le había encasillado un poco entre el star system, "pero sí era muy versátil, siempre hacía papeles de extranjero, funcionaba tanto en roles cómicos como en otros más dramáticos", asegura. Su vitalismo y personalidad apabullantes convencieron a un riguroso y severo Orson Welles, quien tras ver la actuación de Fortunio en una obra teatral en Broadway lo fichó para Ciudadano Kane. "Era un personaje más grande que la vida [larger than life]", afirmó en aquel momento el director de La dama de Shanghai, tal y como certifica el libro de conversaciones del propio Welles con Peter Bogdanovic. En efecto, Fortunio "gozaba de una picardía, una bonhomía y una simpatía arrolladoras", observa Jordá.

Más de 80 películas

El actor no volvió a Mallorca hasta los años 30, época en la que terminó por instalarse en Hollywood, donde trabajó en más de ochenta películas. Actuó junto a Gary Cooper en Por quién doblan las campanas, con Cary Grant en Tú y yo, a las órdenes de Robert Aldrich en El beso mortal, o a las de Otto Preminger en La luna es azul. Si hay que recordarle por un papel –los espectadores tendemos a mitificar–, ése es el que le brindó Billy Wilder en Cinco tumbas al Cairo, donde encarnó al general italiano Sebastiano, "un militar fascista destinado en Libia que pronuncia en la película una frase célebre, todo un programa de actuación política: ´Todo iría mucho mejor en el mundo si los estados en vez de enviar embajadores enviaran macaroni, macaroni [macarrones]´", evoca Jordá, quien también aplaude el rol turbio, cínico y "con un toque siniestro" que encarnó en El fugitivo de John Ford.

Las facetas artísticas de este actor no residieron exclusivamente en el cine, también dedicó esfuerzos al grupo que montó junto a su mujer Margaret y dos chicas más, Fortunio Bonanova and the Glamouramas, y a las colaboraciones que protagonizó en programas de televisión y en la serie I love Lucy.

El equipo del documental (que cuenta con la participación del actor Ruperto Ares y la documentalista Laura del Amo) ha seguido el rastro de Fortunio en el Arxiu del So i de la Imatge del Consell, la Filmoteca Nacional y la Filmoteca de Catalunya, así como en distribuidoras norteamericanas como la Warner o la Fox. También se ha usado material de la revista Cinegrama. Amén de la entrevista a Jordá, también aportan su punto de vista sobre el personaje los escritores Antoni Serra y Coco Meneses, la historiadora Catalina Aguiló, Miriam Gómez, la viuda del escritor y crítico de cine Guillermo Cabrera Infante, el cineasta Jess Franco (quien dirigió al mallorquín en La muerte silba un blues) o el actor Conrado San Martín. Estos dos últimos conocieron personalmente al protagonista de la cinta, que acabó muriendo en 1969 en una residencia de actores jubilados en Sacramento (California). Así las cosas, el documental que va a los Goya le hace justicia a Fortunio Bonanova, el mallorquín que se congració con lo más granado de Hollywood antes de que lo hicieran Antonio Banderas o Javier Bardem.