Fue la gran sorpresa en Cannes y todo el mundo apuesta por ella para los próximos Oscar. De la mano de los hermanos Weinstein (productores), The Artist está conquistando corazones y premios en su desembarco estadounidense, convertida ya en la película que nadie debe ni quiere perderse. Meses antes, el artífice del largometraje, Michel Hazanavicius, responde, tranquilo, en el Festival de San Sebastián, sin apenas despeinarse por el revuelo mediático causado por su trabajo, sin imaginar siquiera el emocionante futuro que tiene por delante la película: tras el premio al mejor actor en la Croisette a Jean Dujardin, llegarán el del público en San Sebastián o Sevilla.

Acostumbrado a ser ninguneado por la crítica y siempre con el beneplácito del público gracias a su factoría de parodias OSS 117: El Cairo, nido de espías y OSS 117: Perdido en Río, Hazanavicius ha dado el golpe con una película muda, que regresa al loco Hollywood previo a la llegada del sonoro; una cinta que se suma a clásicos sobre la irrupción de los talkies como Cantando bajo la lluvia o Ha nacido una estrella.

–¿Es The Artist su homenaje personal al cine mudo?

–Nunca lo he pensado así. Hay mucha gente a la que le gusta planificar, que piensa "voy a hacer tal cosa o voy a hacer la otra"... A mí no me sucede, soy incapaz, nunca me salen los planes como pretendo. Desde hacía mucho tiempo, quería hacer una película muda, pero era eso, un deseo. Cuando comencé a tener éxito en Francia con mis comedias, sentí que podía hacerlo realidad. Ya sabes, cuanto más éxito tienes, más libertad. Fue al acabar mi última comedia cuando conocí a mi maravilloso productor. Aceptó mi proyecto y lo hicimos.

–¿Cuánto tiempo estuvo preparando la película?

–Quizá empecé a pensar en ella como hace diez años. Era como una fantasía. Nunca creí que pudiera llevarse a cabo. Así, lo primero fue convencerme a mí mismo. A nivel práctico, me puse con ella hace dos o tres años. No tenía ni guión, aunque sí varias líneas narrativas, de las cuales escogí finalmente la historia de amor.

–¿Por qué la historia de amor?

–Quería que la gente pudiera acceder a la película, que sintiera que es fácil y entretenida. Que no pensara que está delante de una película muda. Ya no se hacen películas mudas. Se hacen películas, y punto.

–No ha de olvidar el trabajo que Mel Brooks hizo en La última locura de Mel Brooks (1976).

–Sí, pero era una parodia.

–¿Por qué ve extraña una película muda hoy en día?

–Creo que tiene más que ver con el público; con la aceptación. Quizá me equivoco, no sé.

–¿Cree que una de las razones del éxito es el factor nostalgia?

–Sí, puede ser, pero me parece que es debido a algo más sencillo, a la historia. Si la película está contando algo, gustará. No es una cuestión que tenga que ver con los efectos digitales. La tecnología es inútil si la historia no está diciendo nada.

–Pero respira nostalgia…

–Y también es una película muy moderna. Aunque es cierto que he utilizado muchos códigos del Hollywood de entonces. Creo que es muy placentero para la gente ver ese tipo de estética y que le gusta… Además, le da a la película un look clásico.

–¿Por qué la considera moderna?

–Los actores actúan como si fuera cine moderno, con mucho naturalismo, sin esos gestos propios del cine silente. Y el ritmo no tiene nada que ver con el de las películas de entonces.

–¿Realizaría otra película muda?

No lo creo. A no ser que tenga una historia fenomenal, que lo requiera. Pero, vamos, trato de no aburrirme mucho de mí mismo, cambiar…

–Jean Dujardin es otra de las sorpresas de la película. Su personaje está en algún lugar entre Douglas Fairbanks y Gene Kelly.

–Esos dos actores son la referencia.

–Y Rodolfo Valentino, al que alude el apellido del protagonista.

Sí.

–¿Le ordenó las películas de estos tres actores como deberes para preparar el papel?

–(Ríe) He huido de esas actuaciones del cine clásico, como antes te comentaba. Los actores interpretan como si estuvieran en una película moderna: hay mucho naturalismo, no se dan esos gestos tan tensos del cine mudo.

–¿Los actores hablaban durante el rodaje o fingían estar hablando?

–Pues depende. Había algunos que hacían como que hablaban, aunque la gran mayoría hablaban de verdad. Siempre tenía música sonando en el set de rodaje, para que se relajaran y también para que hicieran un poco lo que quisieran. John Goodman, por ejemplo, no paraba de improvisar. Para el personaje de Peppy, por el contrario, le pedí a Bérénice Bejo que hablara todo el rato, porque me gustaba esa idea de ella muy nerviosa y parlanchina. En el caso del personaje de Jean, apenas habla, pero, cuando lo hace, es muy firme. Si quieres saber lo que dicen, lo vas a tener difícil: rodé la película a 24 planos por segundo, bastante rápido, con lo que es muy difícil fijarse atentamente y leer los labios de los actores

–¿Presentar The Artist en Cannes fue siempre su primera opción?

–Sí, fue mi primera opción.

–Nadie esperaba a un cineasta proveniente del cine comercial compitiendo en la sección oficial de Cannes.

–Bueno, intento no pensar de esa manera. Trato de hacer buenas películas, que la gente se lo pase bien. He hecho una película muda y pueden pensar que es esnob o raro, pero para mí es lo mismo: hacer filmes que gusten. Supongo que la gente se sorprendió al vernos en Cannes, ¡pero qué quieres que te diga!

–¿Qué ha sacado de la experiencia, además de un lustroso futuro para The Artist?

–Thierry Fremaux, el director del Festival de Cannes, me dijo el año pasado: "¿Por qué no te presentas para ser seleccionado en Cannes? Me encantaría que una película como la que estás preparando estuviera en competición". Pensé que igual me estaba mintiendo…. Bueno, no mintiendo, pero pensé que para él era muy fácil decirme eso, pero no tanto hacerlo. Seleccionar finalmente mi película, apostar por ella... Fremaux fue muy decidido al hacer algo así, cuando lo que se espera de Cannes no son precisamente comedias. También pensé que era algo loco asistir, pero que, de alguna manera, sería beneficioso para mi carrera, que se tendría algo más de respeto por mi carrera después de Cannes.

–Toda una rara avis…

–Tiene su lógica que fuera seleccionada, si se valora su forma y estética, pero no cuando uno se fija en la historia, porque se trata de una historia de amor muy naif y la gente puede extrañarse de que una película así ronde por el circuito de festivales. Creo que a la gente le gusta mucho la película porque es positiva, bonita, muy animada; es entretenimiento puro y duro, y no es habitual encontrar este tipo de trabajo en los festivales, sino justo lo contrario: largometrajes oscuros, dramas terminales, películas atormentadas. En fin… The Artist es una película sencilla, pero con cierta ambición estética. Cuando la planteé, lo hice en términos..., diría que de educación. Pensé en ese momento en que la gente se acerca al cine y de repente se topa con una película muda, en blanco y negro, francesa… ¡Imagínate! Lo que he intentado es que el género saliera del gueto del cine mudo o del cine en blanco y negro. He intentado que sea una película seductora. Seducir con ella. Veremos si lo consigo…