El cineasta Quentin Tarantino, ganador de dos premios Óscar, aseveró en Brasil que sus películas "no son para americanos" y que Estados Unidos, para él, "es simplemente un mercado más".

"Puede que sea un cineasta americano, pero no hago películas para Estados Unidos", afirmó Tarantino, quien presentó en Sao Paulo junto al actor británico Tim Roth su último filme, "The Hateful Eight", que se estrenará el próximo diciembre en Hollywood.

"Mis películas han ido bastante bien en Estados Unidos, pero un poco mejor en el extranjero", admitió el director, productor y guionista. Y agregó: "a pesar de que son en inglés y lidian con el tema americano, no son películas estadounidenses 'per se', son para todo el mundo".

Brasil es el primer país en el que desembarca la gira de presentación del octavo trabajo de Tarantino, un western ambientado años después de la Guerra de Secesión y rodado íntegramente en 70 milímetros.

Un proyecto que Tarantino estuvo a punto de abandonar después de que se filtrara el guión y que preludia la pronta retirada del cineasta, quien confirmó que dejará de hacer filmes cuando culmine su décimo proyecto.

"Siento una gran presión por mantener el nivel de trabajo del que estoy satisfecho y me decepcionaría mucho si la gente esperara cierta calidad y no la tuviera", comentó Tarantino.

Y continuó: "tengo suerte, no tengo mujer ni hijos y no hay nada que se anteponga a mis películas, son lo más importante, todo lo demás es secundario".

Tras "Django Desencadenado", Tarantino vuelve a la carga con un género sobre el que, dice, tiene mucho con lo que contribuir.

"La manera con la que estoy lidiando con la raza en Estados Unidos, especialmente la negra, que es básicamente ignorada en los westerns, o incluso con la esclavitud, el después de la Guerra Civil... siento que tengo algo que decir", añadió.

Preguntado sobre la posibilidad de llegar a trabajar junto al cineasta Spike Lee, con quien ha tenido varios roces sobre el tono "racial" de las películas de Tarantino, éste respondió un categórico "jamás".

"Sólo me quedan dos filmes y no voy a perderlos trabajando con el jodido Spike Lee. El día que trabaje con él será el día más feliz de la vida de ese pequeño hijo de puta", insistió.

Tarantino también hizo un repaso a su carrera, que comenzó con "Reservoir Dogs" y que se ha consolidado con la violencia como firma inapelable del universo "tarantiniano".

"El color rojo está definitivamente en mi paleta, pero igual que en la vida tiene diferentes significados dependiendo de cómo se usa, lo mismo le ocurre a la sangre en el cine", explicó.

Según Tarantino, "la sangre en la vida real no es tan bonita, da miedo y asusta, pero en el cine es sopa de frambuesa y está incluso buena. Hablamos de fantasía y diversión y para mí es como su fuese pintura, que a veces sirve para hacer bonito, otras para asustar y otras para hacer una broma".

El director también reflexionó sobre sus más de dos décadas de profesión y señaló que desde "Kill Bill" ha habido "una evolución hacia lo teatral y lo literario en los guiones, sobre todo en los diálogos" los cuales, reconoció, "no son para todo el mundo".

"Tienes que tener una voz concreta y sentido del humor", apuntó Tarantino. Por eso, el cineasta trató de incorporar al elenco actores con los que ya había trabajado antes, un grupo de privilegiados que el propio director denomina "las superestrellas de Tarantino".

Eso sí, concluyó, "si tuviera que escoger una actriz con la que nunca he rodado y con la que me encantaría trabajar es Kate Winslet"