Cuando uno contrata a un actor con la trayectoria de Robert de Niro o Sigourney Weaver, convoca a sus personajes previos, pues en la memoria inconsciente del público esos precedentes están latentes. En esas se vio Rodrigo Cortés, guionista, montador y director de la película Luces rojas, rodada en Barcelona. Cortés, nacido en la provincia de Ourense hace 38 años y crecido en Salamanca, sorprendió a público y crítica con su anterior filme, Buried (enterrado), noventa minutos de acción en un ataúd, con Ryan Reynolds como protagonista. La historia del contratista secuestrado y enterrado vivo en Iraq lo colocó en el mapa: había convertido en éxito un guión que llevaba años dando vueltas por Hollywood sin que nadie se atreviera con él. En Luces rojas pone en pie un guión propio y reúne para ello a dos leyendas del cine que acumulan con ellos los armónicos de personajes antológicos.

Los ecos mefistofélicos del Louis Cyphre de El corazón del ángel están presentes en este Simon Silver de Luces rojas, y en el caso de Sigourney Weaver, hay cierta conexión con la científica que interpretaba en Avatar y con la psiquiatra, especializada en asesinos en serie, que hacía en Copycat. "Es verdad que ese pasado está ahí, pero cuando creé a la doctora Matheson no había visto Copycat. Me dijeron que debía verla, y en el fondo es lógico, por esa mochila intangible que ella lleva. En la película hay elementos de lo sobrenatural, del género fantástico: tiene que ver con Ripley –protagonista de la serie Alien– y con Cazafantasmas, aunque no sea un personaje que acuda a tu mente en primer término. De alguna manera la ubica en un determinado universo".

Rodrigo Cortés es un tipo de hablar generoso y expansivo. Además, se deja provocar. El periodista ensaya que el personaje de Grace Agustine en Avatar convocaba a la Dian Fossey de Gorilas en la niebla, y él entra al trapo. "A eso me refiero. Sigourney tiene esa parte racional de la periodista, la científica o la profesora, con esa inteligencia acerada que transmite a través de su físico y esa suerte de cinismo afilado, esas réplicas casi vitriólicas de las que puede hacer uso. Todo eso hace que le construyas un traje a medida; lo cual no te garantiza el sí, pero te pone en serios aprietos como te diga que no". Cortés sonríe recordando el vértigo de la osadía: escribió el papel para ella sin saber si lo haría.

Tanto ella como De Niro aceptaron a la primera: "Nunca diría que fue fácil, no es una palabra que yo usaría en el mundo del cine, pero fue rápido. Si me preguntaras qué lo logró, diría que fue el guión. Ellos aún no conocían Buried, pero tuvieron una respuesta muy poderosa al guión, a sus personajes y a sus diálogos. Después vieron mi película e imagino que les dio tranquilidad, al ver a Ryan (Reynolds) supongo que pensaron que había posibilidades de salir de allí sin hacer el ridículo. Después tuvimos sendas reuniones, con De Niro en Sicilia y con Weber en Nueva York, en las que no nos llevó mucho tiempo decidir que queríamos trabajar. Con Sigourney la charla se prolongó dos o tres horas hablando de todo, sólo porque estábamos a gusto. Y con De Niro, acabó con un lacónico: ´Quiero hacerlo; que tu gente y mi gente se pongan de acuerdo´ y desapareció en una nube de humo", bromea con gesto teatral.

Concursante (2007)

La idea de que la opulencia no es un estado sino un proceso que se alimenta de más y más dinero preside esta sátira en la que un profesor de Economía gana un concurso que lo rodeará de lujos. Fue premio de la crítica en el Festival del Málaga y estuvo nominada al Goya.

Buried (2007)

Un contratista civil en Iraq se despierta metido en un ataúd. Lo han enterrado vivo. Ayudado de un móvil, tratará de contactar con alguien que lo rescate. Ganó tres Goya (incluido mejor guión y mejor montaje) de los diez a los que era candidata y el Méliès de Oro en el Festival de Cine de Sitges del 2010.

Luces rojas (2012)

La doctora Matheson y su ayudante Tom Buckley están especializados en desenmascarar los fraudes de lo paranormal. De súbito reaparece en la ciudad el mentalista Simon Silver, icono de las paraciencias retirado y con el que Matheson tuvo antaño un encontronazo. La película se presentó en el reciente Sundance.

Que aceptaran sólo era el aperitivo. Había que dirigirlos. "Puedes sentir mucha seguridad en ti mismo, pero la vida se compone de incertidumbres, y una de mis obsesiones es el control. Esos elementos están constantemente en un rodaje, porque también tienes un peso de responsabilidad, la carga de las expectativas ajenas. Te estás plantando entre dos leyendas vivientes y debes dirigirlos. Cuando trabajas con gente tan grande, la posición del fan no es la que te conviene, y la experiencia te demuestra que un actor lo que más quiere del mundo es poder confiar en el director, sentir que quien lleva la batuta sabe adónde va. No es una pugna tratando de ver quién se impone. El actor lo que quiere es ser dirigido y saber que puede trabajar fuera de la zona segura, que puede probar cosas porque nadie le va a permitir hacer el ridículo".

El ambiente de rodaje ayudó. Todo el equipo en Barcelona se volcó con los actores. "No cobraron su caché habitual, y eso facilita mucho las cosas porque deja claro que están ahí porque lo desean, quieren decir esos diálogos y defender esos personajes. Por otro lado, trabajar con gente tan buena hace las cosas más fáciles. Si eres guitarrista y te traen una guitarra de Andrés Segovia, es posible que en el primer momento la cojas con reverencia, pero cuando empiezas a mover los dedos, lo que suena es mejor". Eso sí, cada guitarra es distinta. "Sigourney –prosigue el cineasta– necesita entender el entorno físico de su personaje. Pero no es una obsesión vacía de método, sino que precisa que el entorno tenga significado para ella: si va a rodar en una cocina, necesita abrir los cajones, moverse por allí y saber dónde está cada cosa para manejarse con desenvoltura.

Si está en el hospital, me pregunta para qué sirve cada uno de los aparatos. No necesita una profundización técnica, sino saber qué aparato mirar. De este modo se puede asir a realidades concretas. Y cuando empieza a interpretar, parece hacerlo sin esfuerzo. Logra llegar a lugares muy profundos, incluso en los ensayos, con aparente falta de aplicación. En el momento en que ella cree lo que está sucediendo, se disuelve en ello". El caso de De Niro es bien distinto: "Es fascinante observarlo, porque no tiene ansiedad alguna por llegar a determinado lugar; notas que no tiene un objetivo en su interpretación, toda su concentración está en ser, estar de una forma real. Empieza a modelar las palabras como si fueran arcilla y de repente la magia surge aquí y allá, un gesto, una mirada inesperada, una segunda mirada..., y se tapa. Y si estás despierto, lo robas y lo montas". Eso es Cortés, un ladrón de magias. De guante blanco, faltaría más.