Hija y hermana de actores, Cayetana Guillén Cuervo (Madrid, 1969) se ha forjado una trayectoria notable, tanto por la profundidad con que ha acometido los papeles que le han caído en las manos, a las órdenes de Armendáriz, Almodóvar o Garci, entre otros cineastas, como por la variedad de trabajos, sobre los escenarios, en los platós televisivos o frente a un folio en blanco. Licenciada en Ciencias de la Información, es el rostro visible del programa de televisión Versión española desde hace ya casi catorce años.

“Puedo decir que he sido privilegiada espectadora de cómo ha cambiado nuestro cine en ese tiempo. De cómo las mujeres han buscado y encontrado su sitio más allá de la interpretación. De cómo se han asentado directoras, productoras o guionistas. Hemos llegado más tarde, pero las cosas se están equilibrando de una manera natural”.

Ella misma probó la aventura de la producción en La mirada violeta, un retrato sobre la infidelidad femenina que también interpretó. “Y es que, puestos a marcar diferencias entre sexos, y partiendo de que muchas de ellas nos llegan por herencia, es indiscutible que la sociedad no reacciona igual ante la infidelidad masculina o femenina. Se cuestiona y se censura mucho más en la mujer”. No le gusta el cliché que mantiene que los hombres tienden a engañar más que las mujeres. “Como la idea de que la mujer es más controladora y el hombre se deja manejar, por ejemplo”. Subraya que cree en el ser humano como tal, al margen de su sexo, de un modo particular y único. “Luego están las circunstancias que imponen que la mujer infiel lo sea a mediodía; antes de recoger a los niños del colegio, por aquello de la conciliación y eso. He leído mucho sobre esto y es así. Parece divertido como anécdota, pero en el fondo tiene una enorme coherencia”.

Se considera muy “pro hombre” porque no percibe actitudes cuestionables sino admirables en los varones que la rodean: “Empezando por mi hijo Leo, que es un chavalín; pasando por mi pareja -el fotógrafo Omar Ayyashi-, o mi padre y mi hermano -los actores Fernando Guillén y Fernando Guillén Cuervo-”. “Si hay una diferencia entre hombres y mujeres, es que nosotras somos más intensas, damos mil vueltas a las cosas, nos comemos más el coco y necesitamos hablarlo todo constantemente. Los hombres confían en que el tiempo coloque las cosas en su sitio. Es algo que admiro en ellos”.

Lo que no le gusta es la vulgaridad del varón que habla de sus conquistas sexuales como si fuesen trofeos. “Hay muchos que lo hacen y me producen una pereza y un rechazo tremendos. Si lo hace una mujer, me resulta también desagradable”.

Ha interpretado a menudo el prototipo de mujer fatal, aunque “sólo de pensar en cómo lo haría para seducir a alguien me bloqueo”. La actriz opina que ese es un tipo interesante de construir en la ficción, pero un aburrimiento para tenerla cerca en la vida real. Sus amigas son otras, con las que a veces comparte cenas o vacaciones sin hombres. Es divertido y saludable, pero que nadie se ponga nervioso. “Quiero dejar claro que, a diferencia de lo que los chicos piensan, no nos pasamos el día hablando de ellos. Se charla de trabajo, necesidades, amores, falta de amores, ausencias y, por supuesto, de niños”.

En materia de amistades, apunta que se comunica con idéntica facilidad con uno u otro sexo. “La intimidad con un amigo varón depende de la profundidad de la relación, del sentido del humor y la coincidencia en el lenguaje emocional, y hay muchos hombres que hoy en día se mueven en el terreno de la sensibilidad con absoluta naturalidad”.

También en el de la belleza y el cuidado del cuerpo, añade. “El hombre actual ha dejado atrás sus complejos en este sentido y se cuida, se hace tratamientos y se esfuerza por estar en forma. Y esto es estupendo en todos y para todos los sentidos”.