No ha entrado de lleno en las emociones y en las sugerencias de una historia realmente notable, pero en ningún caso desaprovecha la ocasión para abordar, por encima de todo, las consecuencias del choque de culturas y el afán de superación y de solidaridad de una mujer decidida a proporcionar a los seres más humildes los instrumentos para poder ser libres. La directora Iciar Bollaín da un paso adelante en su itinerario profesional, aunque no sea tan relevante como 'También la lluvia' y 'Te doy mis ojos', con esta película inspirada en hechos reales que cuenta la asombrosa experiencia vivida por una maestra catalana en Katmandú en los años noventa.

Su versión del libro Una maestra en Katmandú, de Victoria Subirana, es muy libre pero conserva los aspectos fundamentales del mismo. La actriz Verónica Echegui hace un esfuerzo loable por entrar en un personaje que presentaba numerosos obstáculos. Más identificados con sus cometidos, porque se encuentran en su mundo, están sus compañeros de reparto, la mayor parte de ellos no profesionales. En un afán de autenticidad que hay que agradecer, porque era fundamental para la cinta, la directora y guionista ha rodado la práctica totalidad de los fotogramas en Nepal, tanto en Katmandú como en el reino de Mustang, una zona muy aislada y hasta hace poco cerrada incluso al turismo. En este sentido las imágenes se empapan del sabor de una cultura singular, con influencias sobre todo hinduistas pero también budistas, que condiciona las vivencias de Laia, una maestra que ha llegado a este rincón de los Himalayas con el objetivo de convertirse en maestra de los niños más humildes, los que no tienen derecho a nada, ni siquiera a aprender a leer y escribir, y que a menudo son víctimas de un terrible tráfico sexual. Su proyecto, sin embargo, se ve frustrado cuando no se le renueva el visado.