Más conocido en Francia y el resto de Europa que en España, el tronco de Navidad es, después de los turrones, uno de los postres habituales de estas fiestas.

Como otras tradiciones navideñas, este sabroso dulce tiene una larga historia. De hecho, evoca la tradición popular navideña, que probablemente ya existía en la edad media, de calentarse con un gran tronco de leña, alrededor del cual existía todo un ritual.

Tanto es así que incluso se conservaban las cenizas pues se creía que darían suerte y fortuna al nuevo año. Parece que es a partir del siglo XIX cuando este tronco aparece en versión comestible y dulce gracias a un pastelero francés.

De todas formas el tronco como un símbolo mágico de estas fiestas no es tan extraño. La catalana tradición del tió deja en evidencia que hay grandes similitudes con las costumbres de la vecina Francia.

Sea como sea, se trata de un bizcocho relleno generalmente de crema o nata y recubierto de chocolate fundido de manera que tenga aspecto de tronco. Un postre perfecto para cerrar el menú navideño. El problema, quizás, es preservar el apetito suficiente para probarlo tras el generoso ágape.