La pantalla está que arde. Imposible hablar de todo lo que pasó este lunes, salvo que la vuelta de la desvergonzada Mariló Montero -¿la recibieron sus compañeros de La 1 como de verdad merecía, a golpe de cacerola, después de haber dicho que había que contratar a un equipo de fuera para mejorar los datos de audiencia, dando dar a entender que ella no es el problema?-, salvo que la vuelta de esta señora -ella lo niega todo- y la de Ana Rosa Quintana sea la misma vuelta. Este lunes empezó la nueva temporada de Amar es para siempre, y también vimos a Álvaro Cervantes como Carlos, Rey Emperador, en La 1, una de las producciones más esperadas.

Este lunes, 7 de setiembre, volvió Antonio García Ferreras, aunque Cristina Pardo manejó este verano Al rojo vivo tan bien que podría haberse quedado.

Este lunes volvió mucha gente a sus puestos, pero uno de los que más falta hacía que ocupara su mesa es El Gran Wyoming. Con los años y los reajustes, El intermedio es más que un programa de humor. Es un referente del periodismo de trinchera, ese que se encara al poder y trata de buscarle las cosquillas por el lado que menos espera, el de desbaratarlo mediante el humor, tan perjudicial para según qué mensajes engolados y huecos. El intermedio no es un mensajero de ruedas de prensa con mensajes diseñados para colocar en el mercado el burro que haya que vender. Al contrario, los guionistas del programa se esfuerzan por desenmascarar el truco del almendruco y, como un mago loco, explican lo que hay detrás de tanta verborrea. Este tiempo está lleno de vendedores de crece pelo. Bienvenidos Sandra Sabatés, Dani Mateo, Joaquín Reyes. A vuestros puestos.