Blanca, para la gente que lea esta columna fuera de Murcia, es un pueblo de la Región que se desparrama colina abajo y llega hasta el río, formando parte de un valle, el de Ricote, que siempre me recordó a lugares del sur de Marruecos. Es, quizá, el entorno más bello de estas tierras. El IBBAF es el Ibn Arabí Film Festival, que va por su sétima edición.

Este año este festival internacional de Murcia ha celebrado en Blanca una extensión dedicada al cine experimental, es decir, a otros lenguajes y formas de narrar, de retratar, de ponerle sonido a las imágenes. He pasado unos días en Blanca, y he visto ese cine hecho por gente joven que, según intuyo, apenas ve la televi-sión.

No es un medio que condicione sus vidas. Viendo The lost color, del alemán Kris Limbach, me cautivó su bellísima fotografía, su montaje sincopado, su arrebatadora geografía sonora. Kris ha creado un mundo propio que hace irreal el mundo real, y por eso pone sonidos que nada tienen que ver con las imágenes, como si tuvieran vida propia, y las imágenes, tratando de explicar lo retratado, acaban por tener vida propia al margen de ellas.

Sé que sonará a blasfemia, pero viendo The lost color me recordó, en la otra punta del arte, al chape chape hediondo que crean cada tarde los componentes de un microcosmos aislado del mundo llamado Sálvame. Este programa parte de una realidad reconocible hasta que deja la realidad y construye la propia, pero en vez de apostar por la belleza, lo sugerente y poético de la película, coproducida por AADK Spain, al frente de cuyo equipo está el murciano Abraham Hurtado, se reboza en el esputo, lo ruin y los valores más tóxicos de la condición humana.