La palabra dimisión es una de las que se usan con frecuencia, otra cosa es su práctica. En política sabemos que sus profesionales conocen la palabra pero escupida a la cara del adversario. Jamás para uso y consumo propio. En TVE también conocen la palabra, y la usan en sus informaciones. Esperamos que alguien dimita de su cargo, de su puesto, de su poltrona, cuando sus decisiones no causan beneficio a la institución, a la empresa a la que representan, y no sólo eso sino que perjudican a esa institución, y por supuesto a la gente que depende de ese cargo. Hablo, claro, de la empresa pública, que la privada no se anda con tonterías y si no hay resultados positivos el culo del cargo dura en el sillón un suspiro. Hablo, claro, de TVE. El director de la cadena pública, Eladio Jareño, no ha dimitido todavía. El jefe de informativos de la casa, José Antonio Álvarez Gundín, tampoco.

Veamos. Septiembre es, desde hace años, como pasa en los colegios, el principio de la temporada. Ese arranque es fundamental para tomarle el pulso a decisiones de hace meses, para testar los resultados sobre determinadas apuestas. En el caso de la información y sus alrededores, lo que pasa en TVE no puede ser peor. Bueno, sí. Puede ser el desmantelamiento hasta el triunfo final. TVE ha cerrado setiembre con un raquítico 9,4% de cuota de pantalla. Ha bajado, aún más, con relación a la temporada inicial del pasado año.

Que La 1 ya no es el referente informativo para la audiencia no es novedad porque en momentos de especial relevancia periodística -noches electorales, convulsiones en la vida política- el trabajo de la pública es ninguneado por cadenas que apenas tienen una década, como La Sexta. ¿Dimite alguien? ¿Dimitir? Si están para eso.