Venga, me uno a la corriente. Seguro que ustedes, más de una lectora y más de un fiel lector, estarán ya del rollo este hasta la pezuña del cerebelo -¿existe?-. Hace dos lunes tuvo lugar en el Palau Sant Jordi el concierto de los concursantes de 'Operación Triunfo' a los quince años de haber terminado el programa. Durante este tiempo ha dado lugar a que Rosa López pula su cuerpo afilando su figura sin apenas grasa a la vez que se dejó por el camino parte de su intensa voz. Ha dado tiempo a que David Bisbal haya cambiado de pareja unas cuantas veces, siendo la primera Chenoa, otra chica de 'OT'. Y ha dado tiempo a que TVE se hunda en un barro espeso de descrédito. La idea de reunir a los triunfitos ha sido un triunfo en audiencia, en comentarios, y ha vuelto a colocar a la televisión pública en un peldaño del que se bajó hace años. Negocio redondo.

Este país va tan a la deriva, su corazón está tan roto, necesita tanto mimo y cuidados de mamá entregada, que ha hecho de la anécdota un debate nacional en medios, redes, y ha sido tratado por el Telediario de la televisión pública como si de verdad el beso no beso de Chenoa a Bisbal, después de cantar 'Escondidos' ante un auditorio embobado, fuese una noticia de alcance y como jamás trató ningún caso de corrupción del PP. Hasta las cadenas de la competencia han participado en esta pueril disquisición. Me pregunto si 'Hora punta', ya saben, el programa de Javier Cárdenas, el señor al que se le entiende sólo la mitad de lo que dice, seguirá llevando a Álex Casademunt, de 35 años, o sea, un tío hecho y derecho, para que siga contando tonterías del encuentro. Para cobra, la de Rajoy a Jorge Fernández -ex de Interior- y a su ángel Marcelo, el aparcacoches.