Una va perdiendo memoria, pero no toda. O sea, que recuerda cosas. Una recuerda que hubo un tiempo en que a Zapatero y a su ministro de Industria, Miguel Sebastián, se les llenaba la boca diciendo que la libertad y la competencia y la calidad de las ondas llenaría el aire de nuestras casas cuando a España llegara, por fin, una cosa llamada TDT, o sea, Televisión Digital Terrestre. Y todo el mundo se puso loco comprando aparatos de último grito, es decir, de plasma, y enormes, para que ocuparan, como siempre hizo la tele, el mejor lugar de la casa con fundamento, o sea, salpicándoles el poderío económico a las visitas, siempre envidiosas, porque hay que hablar de todo y recordar que las teles primeras de plasma costaban más de un sueldo.

Eran, para qué negarlo, un rasgo de economía desahogada, o, qué puñetas, que los bancos te daban más de lo que pedías. Hay que estar a los tiempos, y si los tiempos nos traen la TDT y hay que adaptar los aparatos, se adaptan o se compran nuevos, con el aparato incluido. Menudo negocio. Las tiendas echaban humo. Mientras, en paralelo, los despachos hervían por ver qué emporio se llevaba más canales, más tedetés, más bulla, más meneo, más pastel publicitario, es decir, más dinero.

Y entonces aprendí que existía en el aire una cosa que se llamaba espectro, un espectro con límites, no crean que el espectro radioeléctrico es ilimitado como el sueldo de los europarlamentarios, que casi roza el infinito (de la sinvergonzonería), no, que el espectro tiene un principio y un fin, y hay que repartirlo. Y el Gobierno lo repartió a las bravas. O sea, sin más ni más, por mis santos cojones (ustedes perdonen la expresión, pero es la que resume la acción). Y a cada grupo de comunicación le dio una tele, dos, cuatro canales. ¿Y? Pues que saltaron como hongos los agraviados. Y denunciaron la bravata. Y la máquina de la justicia (esa que es lenta, pero no se para) se puso en marcha.

La historia parecía dormida, pero no, la justicia ha hablado. Y ha dicho que el día 6 el Gobierno ha de ordenar que se cierren, por ahora, nueve canales de TDT. Es cierto que, salvo alguna cosa „qué grande es Mariano Rajoy, que hasta en lo más tonto sabe retratar la realidad„, la TDT es una mierda, pero era nuestra mierda. Recuerden que se dijo que la TDT llenaría las ondas, el aire, el espectro, de televisión de calidad, de competencia, de cotas de imaginación jamás vistas en este país; pero se llenó de repeticiones de series, incluso infames; de documentales de saldo comprados a las televisiones yanquis; de telenovelas al por mayor..., vamos, de basura para justificar la emisión de publicidad.

¿Quién está detrás, entre otros cuervos, de ese trozo de espectro que de nuevo se quedará libre el día 6? Los grandes tinglados de telecomunicación, que ya ven ahí un bocado muy suculento para seguir forrándose. A través del teléfono y de otros artilugios, quieren convertir lo gratis (es decir, el espectro) en negocio al venderte contenidos audiovisuales si los contratas, eso de llamadas, internet, y canales de historia, cine, documentales, por un módico precio.

Pero la cosa, el desaguisado, la traca, no acaba. Aún estamos en la guerra de la TDT, y José Manuel Soria, el actual ministro „¿esta gente trabaja para el ciudadano o para las eléctricas, para las compañías de telecomunicación?„, ya empieza a hablar de llenar el famoso espectro con algo que se va conociendo como 4G, o sea, un pasito más en la tecnología de los móviles. Así la cosa, yo no quiero un sueldo, quiero un cachito de espectro.