En el programa de hoy conoceréis a mi mujer, Aurora, enseña Miguel Ángel Revilla en las fichas que muestra a cámara a modo de sumario. Luego nos llevará a la casa de los Reyes Católicos en Zaragoza rodeado por niños que harán de guías, hablará más tarde con «la jueza que se enfrenta a los políticos», y con «el padre que movilizó a España para salvar a su hija Aitana», y visitará un pueblo que vende sus productos por Internet.

El programa del ex presidente de Cantabria se llama Este país merece la pena, y lo emite Telecinco la mañana del domingo. Es un fracaso. Un relleno para llegar a las noticias. Pero Revilla, el mesías, va de campeón de la pantalla. Cuando visitó a Aitana, la niña que sufre una cardiopatía congénita, tuve la impresión de que la tocaba una especie de dios, de curandero fabulador, que imponía sus manos sobre la cabeza infantil. Así se las gasta don Miguel Ángel.

Su YO es inabarcable. Iba a Tarazona para destacar el coraje de los padres de Aitana, que tuvieron que conseguir un millón de euros que no tenían para la operación en Boston, entre otras cosas juntando tapones de plástico, pero el que hablaba era él para que todos conociéramos su profundo desprecio por la pila de políticos corruptos «que erigen rotondas o estatuas innecesarias pero no ayudan a esta familia».

Cuando llega al palacio zaragozano de La Aljafería saluda a un grupo de japoneses como haría, uno por uno, un político en campaña electoral levantando a niños en volandas para darles un beso en la frente. Los japos no lloran, pero yo empiezo a cansarme del ego de este hombre, que sin medida ni control, más que Este país merece la pena parece pedirnos que gritemos que es Revilla quien la merece.