Hay que tener mucha voluntad para poner el despertador, tirarse de la cama, y encajarse en el sofá para empezar el día así, embobado y embebido por la pantalla. Hay que tener todo eso y un sentido del humor parejo al de Rosa Díez, que lo esconde detrás de su adiestrada gravedad -qué mujer más avinagrada, rediós, y eso que tiene un plan para cuando sea viejecita que ya quisiéramos los que tenemos un plan de pensiones de mierda en el que no hay parlamento que nos dé un euro- para levantarse tan temprano y colocarse el pantalón blanco y anudarse al cuello el pañuelo rojo, como si de verdad estuviéramos a punto de echarnos a la calle en Pamplona y salir pitando con los bichos detrás de ti.

Cuando estos días veo a Elena S. Sánchez y a Javier Solano disfrazados de pamplonicas lo entiendo, están trabajando -en ello-. TVE se ha volcado con la carrera -un equipo de 80 personas- que mezcla lo humano, lo animal, y la técnica. Este año las novedades son la emisión en alta definición y la cámara suspendida de un cable que sobrevuela la calle Estafeta. Imágenes nunca vistas desde puntos de vista novedosos. Estupendo.

Los fieles a este evento -yo creo que el morbo de ver si pillan o no a algún tío va en el lote- sí son muchos, de hecho sobrepasan el millón -si usted conoce a alguien que se ponga los arreos de pamplonica para ver la tele, por favor, compártalo-. Pero este año la auténtica novedad es la que emitió ayer Antena 3, que recuperó la cabecera de Los Simpson viajando a Pamplona para correr los Sanfermines. Tan monos. Y sin desplazar a 80 personas del equipo. Con lo que cuesta eso.