El domingo estrenaba La 1 una nueva edición de 'MasterChef', una gallina de huevos de un oro que ya mismo, de tanto explotarla, va a empezar a echarlos hueros, vanos, con pollito, pestosos. Tenemos la versión del ciudadano anónimo, la de los niños, y ahora la de las celebridades. Destaco un acierto principal. No han contado con el insoportable Mario Vaquerizo, ni con Santiago Segura, dos fijos en este tipo de tinglados que, al menos a mí, me tiran para atrás. La mecánica del programa es la misma, para que no se diga que hay clases. Y el jurado, con Jordi Cruz como nuevo villano desde hace un par de temporadas, en su papel. No pasa una. Temblando está Loles León. El programa no tiene más interés que el de ver con el mandil a los famosos peleando con el bogavante para echar unas risas. Manuel Díaz, el torero que mata a indefensos herbívoros en la plaza, casi llora ante el carísimo crustáceo por someterlo a semejante tortura.

Al tiempo, Mariano Rajoy aún le da las últimas caladas a su purito asomado el vasto mundo después de formar Gobierno, una mezcla de 'Masterchef', con celebridades que nos darán mucho juego, como La Generala, esa Mariloli Cospedal que lo mismo te monta un monólogo inefable con el concepto diferido que se pone el casco dispuesta a engrandecer Ess-paña -menos mal que no le ha dado por engrandecer Portugal-, y una mezcla de 'Tu cara me suena', como el tal Juan Ignacio Zoido -muy católico, taurino, y cofrade, el que quitó el nombre de la calle a Pilar Bardem y se la dio a una virgen-, o la de Dolors Monserrat, la cuota catalana de la conca. Además, hoy, EE UU puede hacer del peligroso Donald Trump el más poderoso del planeta. Mi generala, defiéndenos.