Pillé tal rebote que pasé del debate sobre las elecciones de Cataluña de pasado mañana. Así te lo digo, Ferreras, así te lo digo, Pastor. Ya está bien, hombre. Una cosa es poner un fondo musical para subrayar momentos, para rellenar con notitas los minutos de bajo interés, para tensionar la escena, y otra, señores y señoras de La Sexta, enmarañar hasta el delirio el audio del programa.

Hay que tener los nervios de acero o necesitar de urgencia una visita al otorrino porque no oigas ni un terremoto de escala 10 para estarte quieto delante de la pantalla desde las 9 de la noche del domingo hasta casi las 10 que empezó 17D, El Debat escuchando a Ferreras sobre una música avasalladora, de un volumen tan elevado que a veces ni se le entendía a él ni a José Miguel Contreras, que de pie, como dos teloneros profesionales, daban vueltas y vueltas sobre el interés de lo que estaba a punto de suceder.

Como apenas había nada que decir antes de ese encuentro entre líderes de partidos en Cataluña con aspiraciones a gobernar la Generalitat, los dos mozos repetían una y otra vez los mismos argumentos - Contreras es tan lúcido que aunque no decía nada nuevo porque no lo había, parecía que sí lo hacía -. Total, que con los nervios como escarpias llegó un momento en que sólo estaba pendiente de la puta música con unos decibelios dislocados, y en vez de animarme a quedarme empezaba a sentir la urgencia, por salud, de salir cortando de La Sexta.

Y así fue. Cuando la pizpireta Ana Pastor explicó otra vez que aquella guardería la dirigía ella en nombre del alto periodismo como le saliera de su hosco gesto, yo, por el foro, me fui. Bajad la música, coño.