Me parece una idea muy buena, justo porque no es nueva. 'Viajando con Chester', que el domingo estreno Risto Mejide en Cuatro, es un programa de entrevistas. Lo del sofá Chester es lo de menos, aunque lo que aporta si es interesante, y aporta cercanía física, contacto.

Se descuidan y se encuentran rozándose las rodillas. Y eso, lo de tener al otro oliéndole el perfume -Isey Miyake el de Risto, tal como me dijo en Vitoria al reconocer el mío compartiendo ascensor- , añade tensión, o arrobo amoroso. Lo que pasa es que teniendo un formato tan clásico, la seducción o el rechazo vienen por el entrevistado -malo, si no soportas a Zapatero, peor si tampoco te seduce Jorge Lorenzo, porque fueron los primeros- y por el entrevistador. ¿No puedes con Risto, te cae mal? Pues no veas el programa. No lo aguantaras. Viajando con Chester es viajar con Risto. Creo que Risto Mejide, un tipo listo, cae en graves contradicciones. ¿Por qué su empeño en mantener sus gafas oscuras, distantes, protectoras?

Si habla de quitar caretas, lo hace fatal quien debería de dar ejemplo. Dejarse las gafas, y el conoce muy bien este mensaje como publicista, es dejar claro que su personaje es quien se sienta en el Chester ese. Ha perdido otra oportunidad para no parecer tan sobreactuado -confunde espontaneidad con impostada impertinencia, y su inseguridad le da un insoportable aire de altiva y casi cómica chulería-. Da la sensación de que no oye al invitado porque está pendiente de no perder el hilo de sí mismo. Un consejo. Quítese las gafas, señor Mejide. Y otro para la cadena. Rece, o lo que sea, para que a Jordi Évole se le sequen las ideas.