Lo de este señor es un misterio misterioso. Hablo de Hermann Tertsch. Sí, ese hombre que se toma tan en serio a sí mismo que es capaz de las más delirantes acciones. Es una de las evoluciones que más me han sorprendido. Digo evolución de la chola, o, para ser más exacta, del interior de la chola. Verán, no sé ustedes, pero servidora lo recuerda escribiendo atinados artículos de opinión en El País, donde llegó a ser (atención, jóvenes, no se mareen) subdirector.

En ese mismo periódico, cuando El País era El País, nuestro amigo ya empezó a dar muestras de que en su cabeza algo hervía. Hervía tanto que lo echaron del diario de referencia de la izquierda social y se fue a no sé dónde, bueno, al lugar más alejado de la izquierda y de sus primitivas ideas (vuelvan a sentarse) como militante del Partido Comunista, es decir, a medios que entendieran su evolución. Hasta aquí, perfecto, legítimo y, por supuesto, respetable.

Pero una cosa es escribir y, al parecer, otra salir en la tele. Y nuestro hombre fue tentado por el dedo del demonio. Recaló en Telemadrid, cuna de grandes hombres y mujeres del espectáculo. Y su aureola de gran showman fue creciente. Pero aún no había llegado a la cumbre. En Telemadrid estaba en su salsa (y, de hecho, dio una de las campanadas más estrambóticas, divertidas y alucinógenas, y alucinantes, de los programa de zapeo al grabar una de sus columnas de opinión desde la cama de un hospital, donde acabó a resultas de, al parecer, algún tropiezo de bar, aunque él, en su delirio, acusó a Wyoming de la traca); pues eso, que en Telemadrid se encontraba como pato en el agua, pero se le quedaba a la izquierda, coño, que este país está lleno de nenazas, gais y rojos de mierda. Y dio el salto a la TDT Party.

Se hizo un hueco con todas las de la ley, o sea, por méritos propios, como uno de los gatos más activos de El gato al agua, y dio a la audiencia, sobre todo, a la que veía ese programa para echar un rato de risa y por comprobar hasta dónde podían llegar con sus tremendas soflamas, noches memorables. Parecía que para mantener el culo pegado a la gatera tenía que radicalizarse un poco más cada noche. Pero como Intereconomía se iba a pique, este ser de integridad indestructible mandó a tomar por culo a Xavier Algarra (responsable del corral al marcharse el gato mayor), a Julio Ariza, el empresario tarambana que soñó con un emporio de influencia ideológica de extrema derecha que ha quedado en patético endeudado, y se fue con Antonio Jiménez a la cadena de los curas, donde dan unas hostias benditas de rechupete.

Eso sí es televisión en libertad, ahí sí que hay diversidad defendiendo lo español, y como hay diversidad de opiniones, unos defienden a Aznar y otros a Esperanza Aguirre; unos vomitan cada vez que hablan de Zapatero y otros se encienden disparando contra la izquierda. ¿Lo ven? Así da gusto. Pues bien, Hermann Tertsch ha llegado tan lejos, se lo ha creído tanto el propio Tertsch que se le ha ido de las manos.

Todo el que opine algo distinto es un bandido, un vendido, un liberticida, un antiespañol, un provocador, un rojo endemoniado, un sindicalista zampabollos, una vergüenza. Parece que el reciente (esperemos que no el último, por el bien del espectáculo) arrebato de dignidad lo mantuvo con su colega de tertulia Máximo Pradera, que opina distinto. Pues a la mierda, me voy de 13TV, dijo el gran Hermann. Mientras, aunque no es lo mismo (es aún más divertido), queda Joaquín Reyes, que lo recrea en El Intermedio para gloria de la gran televisión. Larga vida.