Un bombón es un café con leche condensada, dice la aprendiza de camarera a la dueña del bar, Pepa Aniorte, murciana de adopción, 'Hospital Central', 'El comisario' o 'Águila roja', que además le pregunta si sabe lo que es un 'belmonte'. Sí, dice la aprendiza, es un bombón con un chorrito de coñac, modalidad cafetera de su tierra, y seguro que, al estilo de Paco Rabal, la actriz metió esas morcillas en el guion, quizá para justificar, o quizá como mero guiño, su acento murcianico en 'Servir y proteger', la serie diaria que ha estrenado TVE en su sobremesa.

Además de Pepa están Luisa Martín como una jefa de la comisaría del barrio donde transcurre la acción, Andrea del Río, Juanjo Artero, Roberto Álvarez o Juan José Ballesta, que no se puede desprender de 'El bola'.

El bar, la comisaría, la puerta de la comisaría, y los vecinos cercanos a la comisaría, con la vida de los propios policías, es el material con el que se trenza la trama de 'Servir y proteger'. No me gusta el nombre. He visto varias entregas. Y no me atrapan.

'Servir y proteger' es una serie, un planteamiento, un rollo, un decorado, una iluminación, unos diálogos y un tinglado mil veces visto. En los tiempos de la corrupción rampante, cuando a diario se abren informativos con ladronzuelos indecentes saliendo de sus madrigueras camino del juzgado o de los calabozos, salpicando a los más altos estamentos del Estado, esta serie le toma el pulso costumbrista de una forma plana, sin chispa, y sin tensión, a un barrio de clase media.

Casi nada me cautiva. Ni el fondo ni la forma. Eso sí, nuestros actores se entregan por entero y defienden como mejor saben el secarral de una ficción que retrata una realidad de manera trillada y gris.