Lo tengo claro. Fiesta suprema no es para mí. Fiesta suprema, por si no lo sabe, que seguro que no, es un programa diario que emite La 2 cuando empieza El intermedio, se preparan las hormigas de Pablo Motos, en La 1 van a deportes, y Juanra Bonet anda por las calles preguntando si Lo sabe, no lo sabe. Pero el excesivo trío de presentadores de Fiesta suprema parece vivir en un mundo aparte.

Son como personajes de vídeojuego, como criaturas de tebeo, pero tebeo de Internet. En realidad, y no exagero, es que no sé de qué va esta cosa. Los presentadores son un tal Loulogio, un tal Roc y una tal Bolli, a la que apenas entiendo porque su pronunciación es como la de los jovenzuelos de algunas series, así que ni me inmuto.

Creo que pretenden ser muy graciosos, incluso ingeniosos, y echan mano de citas, de vídeos de Youtube, de tontunas en el WhatsApp. He leído buscando asideros, y me entero de que este trío de zangolotinos viene de la esfera del vídeoblog. ¿Y? Poca cosa. Me pongo ante la pantalla y sigo sin sentirme concernido. Nada de lo que ocurre frente a mí me conmueve, me importa, me interesa.

Por si no tuviera bastante para alucinar veo que patrocina la media hora de gansadas de estos friquis un gran almacén que vende chismes electrónicos. Yo no soy tonto, chaval. ¿Es esa la clave? Hasta Loulogio, Roc y Bolli llevan un chaleco rojo que recuerda al rojo con que se visten los empleados de la gran tienda. ¿Es Fiesta suprema una cosa cultural y por eso se justifica el patrocinio en una tele que no pue- de tener publicidad? No lo es, pero ese patrocinio es la única razón de la existencia de esta chuminada.