Puf. Si a esta interjección le pudiera uno añadir otra 'f', quedando la cosa en puff, tendría lo que busco para hacer la crítica de 'No es un sábado cualquiera', penúltima alucinación salida de la La 1, que está más zumbada que las maracas de Machín.

¿Saben aquel que dice que un presentador se ríe más que el público del público y mucho, muchísimo más que el público de casa? Pues eso es 'No es un sábado cualquiera', casi al borde de hacer bueno 'Noche de fiesta', el inefable delirio de José Luis Moreno. El presentador de este disparate es el actor Fernando Gil, un guapito de sonrisa gentil y gestos mecánicos que sale acelerado, se desarrolla acelerado, y muere dando pingos. Lleva el guion en la masa de la sangre. O cayéndole por el pinganillo. Pero hete aquí, malandrín, polluelo, que un programa de entretenimiento no es una función teatral.

Vamos, que está más sobreactuado que Ángel Garó, que sigue su particular desbarre cobrando por acomodar su culo al sillón de 'Sálvame'. Fernando Gil confunde el medio. Que no, que no, que como presentador es más malo que un chiste de... Ángel Garó. No sólo hay un presentador que ni me roza el interés en 'No es un sábado cualquiera'. Hay un batiburrillo donde el chiste sucede a la música enlatada, cadavérica, hay un momento baile que puede remedar a los musicales del cine, hay un momento muñeco con cara de Julio Iglesias que hace del Julio Iglesias más parodiable y sigo sin saber qué pinta ahí, y así, este guiñol. Vuelvo al momento chiste. ¿Se imaginan al grupo 'La guardia' como guardias británicos, impávidos, mientras unos gañanes les cuentan unos chistes, siendo el reto que 'La guardia' no puede reírse? Está claro, no es un sábado cualquiera. Puff.