Nada mejor que ganar un concurso de televisión, en este caso el Top Chef de Antena 3 para convertirse en parada obligada. Eso es lo que buscaba la cocinera Begoña Rodrigo, jefa de cocina del restaurante La salita de Valencia, y lo que ha conseguido.

Ayer el teléfono del local no paraba de comunicar y el personal admitía que el restaurante estaba lleno y que se podían imaginar las reservas que ya tenían para las próximas fechas. Ella estaba en Madrid.

Cien mil euros, además de otros premios, ganaba en la final del concurso de televisión en la que se enfrentó en un primer momento a los cocineros Miguel Cobo y Antonio Arrabal. Y después a éste último mano a mano cocinando ante el público un menú completo. Sus compañeros ya advertían que ella era la favorita. Así fue.

«Improvisé, me lancé a la piscina, pero yo pienso que si no arriesgas no ganas», afirmaba esta cocinera que ayer protegía la cadena para su promoción y lanzamiento comercial de un libro de recetas en la que «habrá recetas factibles y que la gente pueda hacer. Tampoco sin enseñar las recetas de mi restaurante porque son bastantes más complicadas».

«En el concurso quería que se viera mi personalidad reflejada», manifestaba ayer la ganadora quien añadía que «yo soy la primera que veo mis fallos y que hago autocrítica. No hubiera cambiado nada de lo que he hecho. Mi idea no era participar en un show, ni plantearme que estaba en la televisión sino mostrarme como cocinera y demostrar que soy profesional», añadía.

Rodrigo tuvo que convencer a un jurado en el que además de Chicote, Susi Díaz y Ángel León, los tres conductores del programa, estaban primeros espadas de la cocina. Tampoco tuvieron muchas dudas en su decisión.

Para ella su cocina es lo que ve, un poco su propia historia, aquello que siente y vive. Quizá por eso la noche de la final se lanzó a la aventura y cocinó desde «la emoción», desde esa identidad que dice siempre «me ha diferenciado».

Según Begoña, lo peor del concurso ha sido cocinar contrarreloj ya que «cuando te ponían el tiempo había platos que era matemáticamente imposible cocinar en tan poco tiempo» y aseguraba que afrontó la final «tranquila y con un sentimiento de responsabilidad tremendo. Nosotros estamos acostumbrados a la presión pero cambiar el chip tan rápido como lo hicimos fue difícil. No tuve tiempo ni de dudar. Conforme avanzaba el programa crecía la tensión».

Aún así cree que si la decisión final hubiera sido del público quizás ella no habría ganado. «No tengo un carácter fácil pero sí las cosas claras», matizaba, aunque para ella ganar era un reto, pero no sólo como profesional sino también como mujer porque ser chef es «encontrar tu identidad» sin «menospreciar a los rivales».

Rodrigo adelantaba que el dinero del premio será invertido en su restaurante para mejorarlo e intentar dar un salto y poder llegar más a la clientela, el objetivo final. Eso es lo que ella quería, ganar «para poner» La salita en el mapa gastronómico de España» y demostrar que sus platos merecen un viaje a Valencia.