Me toca mucho los cojones que no pueda tomarme un café con una amiga porque al día siguiente unos cuantos borregos salgan diciendo tonterías. Lo dijo el cocinero Jordi Cruz, estrella por partida doble, por ser una estrella de la tele, y por tener una estrella Michelín, en la presentación de la segunda temporada de MasterChef, que volvió a La 1 tras el éxito de la primera entrega. Se refería el monísimo cocinero, que en tres meses se ha puesto a punto de portada de revista con una barriga dura y unos pechos a lo Álex González, a su amistad con su colega de programa Eva González, que apenas sabe qué hacer con las sílabas finales en su desquiciada pronunciación, según esté en Canal Sur, donde le suelta la melena a su andaluz, o en la nacional, donde trata de frenar ese acento como algunos tratan de tapar el olor al ajo de la tostada. Yo no. Yo no le tapo el olor al ajo de la tostada. Igual que Jordi Cruz no quiere que las habladurías le tapen su amistad con la andaluza.

¿Se han dado cuenta de que, salvo el Corazón de La 1, y la inagotable y cansina Anne Igartiburu con sus posturitas y sus paseos de muñeca relamida y más cursi que un perrito vestido de Christian Dior, en la televisión actual no queda tiempo para esa antigualla del chisme rosa? TVE se resiste a suprimir ese tipo de información sobre vidas ajenas donde todo es maravilloso e ideal de la muerte. Anne Igartiburu es la Jordi Hurtado del cotilleo, que nos enterrará a todos desde ese minúsculo plató por el que se mueve dando paso a vídeos delirantes con textos escritos y narrados con los códigos de un mundo paralelo en el que hasta mendrugos secos como Paquirrín tienen su pedestal. Este reducto del mundo rosa, que hoy sólo vive en algunas revistas, le tiene tanta aversión a la realidad tal como es que sería incapaz de emitir las palabras de Jordi Cruz tal como las dijo porque Corazón se cree en el deber de dulcificar los exabruptos de alguien que está "hasta los cojones" porque programas como ese se interesen por su vida personal.

Desayuno sin porras

Pero hoy esta página no va de eso, aunque algún día le dedicaremos espacio a este globo pinchado de la televisión rosa que hoy apenas sobrevive en reductos testimoniales en la parrilla de las cadenas. Si hablo de Jordi Cruz es porque representa a la gente que aún no está intoxicada con los códigos de la televisión, y por eso, al menos hasta que dure su "virginidad", nos hacen pasar buenos momentos porque resultan frescos y novedosos. La otra mañana, creo que en la última entrega de Los desayunos antes de las vacaciones, María Casado invitó a otro cocinero del programa, a Pepe Rodríguez, aquel que en los primeros MasterChef de la pasada edición iba sobreactuado en su personaje de ogro que luego fue dulcificándose para jugar más con la ironía que con la malafollá impostada. Su visita al programa resultó ser un regalo, lluvia cernida en una tarde de ahogo. Como nos ha pasado a más de uno, se preguntó que si lo invitaban a desayunar echaba en falta las porras, los churros, y unas buenas rebanadas de pan con aceite de oliva virgen extra. Pepe Rodríguez suena en televisión, todavía, y cuando ejerce de Pepe y no de cocinero, a nuevo, sin llevar el discurso aprendido, anotado en la cabeza como lo lleva un político de colmillo tan retorcido que parece como muerto, su discurso, y él. Y ahora, en estas semanas que vienen, tendremos que soportarlos desatados animándonos a votarles para que "España sea fuerte en Europa". Le preguntó María Casado al cocinero si creía que también hubo burbuja en su sector, y el cocinero dijo que por supuesto, que era increíble que en cada pueblo pudiera existir un restaurante que te soplara cien euros por una cena. En la misma línea, antes de convertirse en un profesional del micrófono subido a la carreta del crece pelo que llegaba al pueblo, estaba Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria, el hombre que saltó a la fama porque llegaba en taxi a las audiencias reales y escondía en la chaqueta una lata de sardinas de su tierra para agasajar a sus anfitriones. Daba gusto escucharlo en las primeras intervenciones de La Sexta Noche, hasta que le salió un ego que empezó a oler a chamusquina. Bingo. Ya ha conseguido un programa para él solito. Será en Mediaset. Y no tendrá más remedio que parodiarse.

Hay que mantenerse

A veces puedes llevar mucho tiempo saliendo en pantalla, pero en un registro distinto. Y cuando te piden que hagas algo que no hiciste hasta ahora, también puede sonar la flauta. Hablo de Hable con ellas. Hablo de Yolanda Ramos. Hablo de la humorista que siempre hemos visto en monólogos, en series, o colaborando en programas de eso, de humor. ¿Pero qué pasa cuando a la señora le piden que entreviste a una política como Celia Villalobos? Pues que va y se lo cree. Y cuando la tiene delante va y le pregunta y le repregunta y no se conforma con el sermón de siempre y la monta y Celia parece casi desencajada porque ese no es el código, el ten con ten, el toma y daca, los acuerdos tácitos entre las partes. Y de repente sube la temperatura del programa, se crea un clima que quizá no era el que esperaba la vicepresidenta del Congreso, es decir, seguro que ella venía a darse un paseo entre chicas divertidas y nerviosas la noche en que ella, la malagueña, sólo iría para amadrinar el programa. Y se encontró con un torito vehemente que le habló de la porquería política, de corrupción en su partido, de silencios cómplices que doña Celia, como pudo, trató de quitarse de en medio. ¿Recuerdan a la primera Belén Esteban, cuando su naturalidad sí llamaba la atención y sorprendía, pero ahora, agua de un río tedioso, sólo es una señora patética tratando de mantenerse en la industria de una vulgaridad sin gracia? Hay personas de otros ámbitos que llegan a nuestra vida y, al salir por peteneras, también suenan a campana nueva, como el papa Francisco. Pero no todo lo nuevo suena a nuevo, no nos confundamos. Fíjense en las cosas de Mariló Montero. Cada día, una burrada. Pero dejó de sorprender. Es tan cansina.

La guinda

El poder de Jesús

Lo tiene. Es innegable. De hecho, fíjense la que arma el hombre cada año con su muerte en la cruz. Millones de desplazamientos, sobre todo a la playa, y trastocar la parrilla de televisión. Palabras mayores. Telecinco, ante la desubicación de fieles, dio descanso al amor entre Álex García e Hiba Abouk. Hemos visto otra vez Ben-Hur, trabajar a los curas, y enloquecer a 13TV entre santas conexiones y condenas a la izquierda.