Sin duda el brindis más famoso de la historia de la música es el que aparece en el primer acto de La Traviata. Quizás no sea el más interesante musicalmente, pero sí el más popular. En otras óperas existen escenas en las que se brinda y que resultan musicalmente más logradas, Don Giovanni, por ejemplo, pero ninguna ha conseguido la estimación popular como la de la ópera de Verdi, que dicho sea de paso, fue un auténtico fracaso en su estreno veneciano (teatro La Fenice) el mes de marzo de 1853, con un púbico que no entendió nada de una historia que bien podría ser contemporánea. Con La Traviata libretista (Francesco Maria Piave) y compositor (que ya habían trabajado juntos y lo harían también después) dejan aparte los temas históricos, épicos o bíblicos para explicar un drama cotidiano, el de una mujer que se aparta de una vida mundana por amor, con el rechazo de su futura familia política y que al final muere por tuberculosis, una enfermedad nada extraña en la Europa del siglo XIX. La separación de clases sobre el escenario. Con personajes vestidos igual dentro que fuera de la escena. Inadmisible en la época. Pensemos que la obra parte de una adaptación teatral de una novela de Alejandro Dumas II, La Dama de las camelias.

¿Y cómo consigue Verdi convertir el fracaso inicial en el título más representado en los teatros de ópera del mundo? Porque, en efecto, hoy por hoy La Traviata, según la lista que edita la plataforma Opera base, aparece como el título operístico que más producciones anuales permite. Carmen y La Flauta mágica le siguen en las posiciones segunda y tercera respectivamente. Joan Carles Vidal (que hoy sábado, 18 horas, ofrecerá en el Teatre Principal de Palma una charla sobre la obra, contrastando diferentes montajes y maneras de interpretar los roles principales) comenta: "No hay día en el que en algún teatro del mundo no se represente La Traviata. De hecho ese mismo fin de semana que la obra se ofrece en Palma otros cuatro teatros también la ofrecen".

Pero respondamos a la pregunta: ¿Cómo llega La Traviata a ocupar esa primera posición? Pues por diversos motivos: primero a través de las revisiones musicales que el compositor realizó en el segundo y tercer acto; después por la elección de la soprano protagonista en el segundo estreno (en el año 1854 en el Teatro San Benedetto también de Venecia), substituyendo Fanny Salvini-Donatelli (que por su edad y características físicas había provocado rechazo en la primera noche) por Maria Spezia-Aldighieri, mucho más joven; y finalmente por la madurez que demostró Verdi a la hora de definir los personajes principales. Verdi supo enlazar el aspecto psicológico de Violeta, Alfredo y Giorgio con las melodías y harmonías que los acompañan. Además, a medida que pasa la obra, las características personales de cada uno de ellos cambian, así como sus sentimientos, cambios que también se observan en la partitura. Verdi retrata e ilustra musicalmente muy bien una sociedad y unos seres cambiantes.

¿Podemos decir que La Traviata es una ópera comercial?

Kiko Cañellas de l´Associació d´Amics de l´òpera del Teatre Principal es quien responde: "Sin duda La Traviata es un título comercial, que vende; basta ver como a estas alturas quedan ya pocas entradas para las cuatro funciones que se ofrecen en Palma. Pero además no usemos el término popular o comercial en sentido negativo. La Traviata es una obra genial, maravillosa, óptima diría. Por ese motivo está donde está, en el top, por su calidad sin duda. Incluso para muchos cantantes es su ópera preferida".

La Traviata contiene algunos fragmentos que, de forma independiente, se interpretan en repertorios de concierto y que se han utilizado repetidamente en películas y anuncios de televisión. È strano! È strano!, Di Provenza il mar, il suol o el brindis son unos ejemplos. Kiko Cañellas puntualiza de nuevo: "Lo que ocurre con estos higlights (momentos estelares) es que, fuera de contexto y por el abuso que se ha hecho de ellos, han dejado de interesar a los aficionados. Pero por otra parte esa popularización de algunas arias y coros hace que se acerquen a la ópera personas que seguramente no lo harían. De alguna manera sirven de anzuelo".

"Pero por otra parte", matiza el filósofo y aficionado Joan Mestre, "se puede caer en una vulgarización tal, que haga que al escuchar esos momentos dentro de la ópera nos vengan las imágenes de tal o cual anuncio. El abuso no es recomendable".