No está al nivel del cine actual de animación más brillante y prestigioso, un privilegio al que solo tiene acceso parte de la producción de Disney y Pixar y de las grandes multinacionales del género, pero tiene medios para convocar a un auditorio infantil millonario que, como en el caso que nos ocupa, alcanza nada menos que los 65 millones de presupuesto.

Con semejante patrimonio esta segunda entrega de ‘Angry Birds 2’. La película, que se estrena en las pantallas tres años después de la primera, que logró un éxito extraordinario, no sólo no peligra el futuro de la serie, sino que puede tener cuerda para rato. Buena prueba de ello es que se ha cuidado de forma especial la versión española, en la que intervienen, junto a un Santiago Segura que se ha convertido en dueño y señor de estos escenarios, el actor y director José Mota, el actor Alex de la Iglesia y la actriz Cristina Castaño.

Lo que menos destaca de un proyecto semejante es que transita en el plano del argumento por unos parámetros bastante afines al título precedente y explota situaciones afines. Pese a ello ha prescindido de los realizadores previos, Clay Kaitis y Fergall Reilly.

Lo que más sorprende es que se ha elegido a un director turco, Thurop Van Orman, ayudado por el codirector John Rice, que debuta por completo en la máxima responsabilidad. Con estos antecedentes se ha elaborado un largometraje de 96 minutos entretenido y en algunas ocasiones entonado en el que lo más destacado es que el pájaro Red, que era el más enfadado de todos se ha convertido en dueño y señor de su isla.

Gracias, eso sí, a que Red fue el único capaz de hacer frente a los peligros que más amenazan a estos pájaros torpes para levantar el vuelo pero eficaces para defender a su isla y a la amenaza de los cerdos verdes con el coraje suficiente.

El caso es que mientras el problema entre cerdos y pájaros se ha transformado en batalla campal, el panorama cambia cuando unas gigantescas bolas de hielo empiezan a caer en Isla Pájaro y en Isla Cerdito.