Sin lograr plenamente sus objetivos, aunque aportando datos válidos y esperanzadores a la hora de introducirse en la intimidad sentimental de los personajes, especialmente de Eva, la protagonista, esta opera prima certifica que detrás de las imágenes que vemos hay una directora, la debutante Blanca Parés, que tiene modos y claves para hacer acorto plazo buenas películas y para enriquecer el cine español. Presentada en el Festival de Málaga, ‘Los amores cobardes’ resulta en este aspecto un título sorprendente, teniendo en cuenta que es una ópera prima, que además ha trabajados obre un guion, también propio, de contenido sumamente complejo y proclive a excesos melodramáticos.

El esfuerzo de la actriz Blanca Parés, sin ser todo lo perfecto que sería de desear, no cae ensaco roto. Meterse en el interior de Eva es un reto que en parte la cineasta ha superado, pero que a veces no puede sortearlos numerosos obstáculos que entraña un relato que se mueve en márgenes imposibles.

Eva es una mujer que regresa a su ciudad natal de vacaciones con el ánimo de disfrutar de unos días tranquilos cerca de su madre y de la que fue durante un tiempo importante su gran compañera, a la que no ha visto últimamente. Lo que no esperaba es que iba a recibir una visita decisiva en su vida, la de Rubén, un joven que fue su mejora migo y que la dejó sin ningún tipo de explicación hace ya seis años. Como era de esperar, al reencontrarse de nuevo brotan en Eva y en Rubén unos sentimientos que siguen estando a flor de piel a pasar de tiempo transcurrido.

Es más, ella, todavía dolida por una reacción que considera injustificada, siente que las conexiones entre los dos pueden reproducirse. Algo que también comparte él y que se va abriendo paso a medida que los encuentros se hacen más frecuentes.

El problema para Eva es que juega con un riesgo peligroso, diferenciarlo que es una gran amistad de un intenso amor, convencida de que él trata, sin duda, de recuperarla.