La verdad es que George Clooney no tiene derecho a lucir tan buen aspecto como muestra. No recuerda a qué hora se acostó, pero sabe que la noche anterior estuvo en un estreno y al menos en un par de fiestas donde bebió vodka y vino blanco, cosa que cuenta con una sonrisa burlona que su tía Rosemary (la cantante Rosemary Clooney) le dijo que no hiciera nunca. En lugar de presentar un aspecto cansado y ojeroso, está radiante y fresco como siempre mientras se acomoda en el asiento y trata de alcanzar un vaso de agua que luego deja a un lado. "No lo puedo beber si no tiene vodka", bromea.

Clooney está ahora mismo en la cresta de la ola. Su último filme, 'Los descendientes', ganó el premio a la mejor película dramática en los Globos de Oro y también se llevó el premio al mejor actor. Si no fuera por el sorprendente éxito de 'The Artist', él y su película habrían sido los favoritos en la entrega de los Oscar.

Su papel en 'Los descendientes' no es el típico personaje para una estrella de cine. Clooney muestra su edad (50) en un drama emotivo y agridulce en el que interpreta a un esposo y padre que se embarca en un viaje junto a sus dos hijas para localizar al amante de su mujer, cuya existencia descubre cuando ella queda en coma. Su personaje es un hombre un tanto vulnerable y desvalido –Clooney lo califica de "pobre hombre"– de cabello descuidado y carente de toda elegancia. "Sólo he de compartir con el público el hecho de envejecer; es un papel complejo y delicado, pero me encuentro bien en él", dice. "Me pareció –añade– que era una buena oportunidad para hablar de los miedos y las pérdidas a lo largo de la vida, y Alexander Payne era el director perfecto con quien trabajar. En esta película logré redescubrir lo que significa no tener mucha confianza en uno mismo".

El personaje de Clooney, Matt King, es el único administrador de un terreno de 10.000 hectáreas en Hawái que ha pertenecido a su familia desde 1860. Sus parientes quieren que lo venda a un grupo de promotores inmobiliarios, pero él tiene problemas más apremiantes. Con su mujer en coma tras un accidente marítimo y sin muchas probabilidades de recuperar la conciencia, habrá de aprender a cuidar a sus dos hijas, la pequeña, de 10 años, abatida por el estado de su madre, y la mayor, de 17, que toma la vía de la rebelión a través del alcohol, las drogas y la promiscuidad.

Es la tercera vez que Clooney interpreta a un padre en la pantalla (antes lo había hecho en 'Un día inolvidable' y en 'Syriana') y reconoce que no tiene mucho en común con su personaje. "Este hombre atraviesa una etapa en su vida en la que quiere hacer las cosas bien ante los ojos de todos cuantos le rodean, y no sé si ese soy yo. Se encuentra atrapado en un entorno desconocido para él en su vida y en su carrera profesional". "Me gustó interpretar el personaje –prosigue–, pero no sé realmente si me identifico mucho con él. Claro que forma parte de mi trabajo hacer lo que se pide en el guión y no preocuparme por si tiene algo de mí o no. No es necesario inyectarse heroína para interpretar a un toxicómano".

Curiosamente, en una época en la que está en el centro de las conversaciones sobre los Oscar, actuar ha perdido a sus ojos parte del atractivo. "Hay que tener presente que no sólo he hecho muchas películas y he estado en el oficio durante mucho tiempo, sino que también he grabado cientos de episodios de televisión y mi carrera ha consistido en actuar durante mucho, mucho tiempo", manifiesta.

Y agrega: "Indudablemente, he cometido errores en el camino y he adoptado decisiones inadecuadas a lo largo de mi carrera, sobre todo al principio. Soy un afortunado que pudo incurrir en muchos errores al comienzo, cuando nadie prestaba atención. Hice muchos malos programas de televisión y actué muy mal en ellos; también estuve pésimo en muchas películas malas, pero nadie cayó en la cuenta".

Junto a su socio en la producción, dirección y guión Grant Heslov, con quien ya trabajó en 'El americano', 'Los idus de marzo', 'Los hombres que miraban fijamente a las cabras', 'Ella es el partido' y 'Buenas noches y buena suerte', Clooney está pasando cada vez más a menudo al otro lado de las cámaras.

"He tenido cierto reconocimiento escribiendo y dirigiendo, y me gusta. Es infinitamente más creativo que actuar, y lo cierto es que tengo cosas que quiero decir y hacer. Tengo la sensación de que me han entregado las llaves y puedo conducir el automóvil de mi padre, y también sé que me las van a quitar en algún momento, así que quiero aprovechar y conducir cuanto pueda. Tengo muchas ganas de arriesgarme y ver qué pasa. A veces funciona y otras no, pero estoy aprendiendo a lidiar mejor con lo que no funciona".

"Mi mayor temor radica en seguir haciendo lo mismo dentro de diez años –continúa–. Sería un fracaso. Es algo que tienes que revisar constantemente para preguntarte qué vas a hacer después, para disfrutar de un viaje largo y completo".

¿Podría el hecho de haber cumplido 50 años tener algo que ver con sus deseos de cambiar estas cosas en su vida? "Envejecer en pantalla no es exactamente lo más fácil del mundo –afirma–. Hay actores que lo hicieron muy bien, y Paul Newman, probablemente, lo hizo mejor que nadie porque descubrió que rondando los 55 años es mejor aceptar papeles de carácter. Tu cabello se vuelve más gris, eres mayor y empiezas a pensar que llegará un momento en que la gente ya no te quiera ver en pantalla, de modo que has de adelantarte al público. No quieres ser el último de la fiesta preguntándote adónde ha ido todo el mundo. Quieres llevar ventaja, no ir a remolque".

"Así que, tal como lo veo yo –insiste–, prefiero dirigir, escribir y elegir los papeles que estén bien, de modo que es lo que intento hacer cada vez más".

Aunque le atrae la política –su padre, Nick Clooney, un experimentado periodista, se presentó sin éxito como candidato demócrata al Congreso en el 2004 por el estado de Kentucky– y apoya abiertamente al presidente Obama, insiste en que no tiene interés en ser candidato; prefiere impulsar los cambios que estén en su mano y transmitir sus mensajes a través de sus películas.

"En la política eres responsable ante la gente, mientras que en el cine, y sobre todo cuando diriges, eres como un dictador. Puedes tomar partido y decidir qué clase de relato quieres contar y hacer todas las cosas que no puedes hacer en política".

"Disfruté con la oportunidad de hablar sobre la corrupción empresarial en Michael Clayton, sobre los problemas del petróleo en Syriana, con la idea de la responsabilidad de la prensa libre en Buenas noches y buena suerte. Me gusta poder hacerlo y no tener que responder ante nadie, excepto ante la gente que compra sus entradas. Cuando dejen de comprar entradas, dejaré de hacer estas películas".