Opinión | Cantante y modelo

Limón & vinagre | Carla Bruni: Cantando ante el juez

La cantante y modelo Carla Bruni, esposa del expresidente francés Nicolas Sarkozy

La cantante y modelo Carla Bruni, esposa del expresidente francés Nicolas Sarkozy / AP Photo

Carla Bruni está acostumbrada a cantar. Aunque hacerlo delante de un juez durante cuatro horas debió de ser una experiencia bastante novedosa. No sabemos si Bruni cantó la Traviata o le dijo a su señoría aquello de Quelqu’un m’a dit, alguien me ha dicho, título de una de sus composiciones. O puede que se hiciera un Infanta y respondiera a todo «no lo sé» o «no me acuerdo». Carla Bruni, esposa de Nicolás Sarkozy, modelo, cantante, musa, rica, ex primera dama, declaró durante más de cuatro horas en la oficina anticorrupción de Nanterre, cerca de París, luego de haber prestado testimonio ya a mediados de 2023. Entonces fue llamada a declarar como testigo; esta vez lo hace como encausada, investigada, imputada, que se decía antes.

La justicia francesa investiga el caso Takieddine, que suena a Titadine y que es el nombre, o el apellido, vaya usted a saber, del intermediario de armas que acusó a Sarkozy de haber recibido financiación de Gadafi para la campaña electoral por la que llegó a la presidencia de Francia, en el año 2007. No es el único lío de Sarkozy ni será el último, dicho sea sin que nos adorne ni una brizna de virtudes proféticas. Ya fue condenado y tiene que declarar dentro de unos meses a cuenta de la financiación de otra de sus campañas. A lo que se ve, el presidente galo tenía entre sus virtudes la de ser buen recaudador. No tanto de impuestos como sí de fondos para su campaña. Va usted por los Campos Elíseos un buen día tan tranquilo, fumándose un gauloise y dudando entre ver el Louvre o atizarse una baguette con mantequilla y ve de pronto un cartel de Sarkozy sonriente. Lo último que piensa es en que lo ha pagado Gadafi. La globalización era esto. Aunque claro, el pobre Gadafi, suministrador de ese alpiste para la revolución que son las pistolas y fusiles, puede decir ya más bien poco, dado que fue asesinado en 2011, como usted bien no recuerda.

La Justicia, que además de ser ciega tal vez sea sorda y no escuche nunca una melodía de Carla Bruni, sí quiere escuchar su versión de cómo el matrimonio actuaba en comandita en numerosas cuestiones, bordeando la legalidad. Nueve personas más, aparte de los Bruni, están imputadas en este caso, supuestamente por intentar que el Titadine, Takieddine, cambiara su versión de los hechos. Ahora está huido. Se supone que en el Líbano. Huido para que no lo imputen en un caso de venta de armas en Asia. Es lo que tienen los intermediarios de armas, que intermedian, compran, venden armas y luego, claro, van y los buscan y entonces se tienen que ir. El Líbano fue toda la vida un buen sitio para ir y hasta Beirut fue, en un lejano tiempo, un París de la zona. Pero ya hace una o dos vidas que es un lugar del que volver, más que para ir. Allí andará perdido por mucho que no pocos quieran encontrar su testimonio.

Financiación de campañas

Hasta ahora, Carla Bruni, italofrancesa de 56 años, autora de discos míticos, modelo del 85 al 97, madre y activista, llevaba una vida discreta. O eso nos parecía. A lo mejor es uno el que lleva una vida discreta y no se entera de nada. Se alejó de los focos pero no de los tribunales. Creíamos que su mayor hito biográfico, yo sueño con ello y creo que es lo máximo en una biografía, había sido ser personaje de Woody Allen. Lo fue en 2011, en el film Midnight in Paris. Pero a lo que se ve le quedan peripecias. Al menos, judiciales. Su matrimonio con el expolítico conservador galo está durando mucho más de lo que pronosticaban algunos cenizos, no pocos machistas, bastante enteraos y muchos defensores de la teoría científica que puede enunciarse en el lema: «Es muy chiquitillo para ella». Sin embargo, Sarkozy tenía altos planes para ella. Entre otros, que ambos hicieran caja para pagar las campañas de ese engorroso trámite que para los políticos son las elecciones. Los franceses siempre creen que lo suyo es lo mejor, sin embargo, en financiar en negro las campañas (y los partidos) tenemos nosotros un bagaje interesante e importante. La moda ha pasado, pero antes, cuando un tertuliano se quedaba en blanco, decía: «Urge una ley de financiación de los partidos políticos». Y bebía agua y ya daban paso a la publicidad o la bronca. Ahora son más de hablar de Catalunya o de los periódicos o de cualquier cosa. Con lo divertido que es hablar de Carla Bruni. U oírla. Cantar, no confesar.

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