Inmersión lingüística

Daniel Perelló Matheu.

El continuado incremento poblacional de las islas está convirtiendo la gestión del territorio en una cuestión de primer orden. O así debería ser.

Y para muestra, un botón: Binissalem. De una población estable entre 4.000 y 5.000 habitantes a lo largo de un siglo, hemos llegado, en los últimos 20 años, hasta los 10.000. Incremento de 250 habitantes por año, en números redondos. Y las repercusiones se notan, entre otros ámbitos, en la calidad de la enseñanza.

De los 239 alumnos matriculados en el IES en el curso 2005-06, alcanzamos los 968 en el actual. La ampliación del Instituto llevada a cabo en el 2020 se ha quedado corta: ya tenemos, de nuevo, 2 aulas prefabricadas. Nos empeñamos en que los adolescentes dejen de usar el móvil, y a cambio les ofrecemos un espacio cada vez más reducido para su zona de patio. Y las previsiones de matrículas para el curso que viene apuntan a la misma tendencia. Entre tanto, la llegada de alumnos de intercambio Erasmus obliga a organizar visitas o salidas de otros grupos para poder generar aulas con suficiente espacio. Fácil: no hagáis Erasmus… Y bendito pladur que permite aprovechar el hueco inferior de las escaleras para habilitar un despacho/almacén o similar. Por no hablar de la internalización de costes que supone la escolarización de municipios de la comarca que, todavía, no tienen IES propio: autobuses, gestión del tráfico de vehículos y peatones en horas punta, etc

Sin embargo, no parece que la construcción de nuevos CEIP e Institutos sea una prioridad política. Sí lo es la inmersión lingüística. Y a marchas forzadas. Con la subida del número de alumnos por aula, la inmersión lingüística, enlatada, comprimida y envasada al vacío, está asegurada. Sea en el idioma que desee el Govern de turno.