Me duele escribir esta columna porque tengo mucho aprecio a los responsables de 'Código final'. Pero vistos los primeros programas puedo asegurar que el nuevo concurso no va a tener mucho recorrido. Ni las 5.000 entregas de 'Saber y ganar' ni, si me apuras, las 60 de Gafapastas', aquel programa del que nadie se acuerda presentado hace siete años por Juanra Bonet.

¿Por qué no funciona 'Código final'? Porque no hay tensión. Porque es tremendamente anticlimático. Los programas piloto sirven para eso. Para testar el ritmo, la mecánica, la tensión de un nuevo concurso. Pues bien, vistas las primeras entregas da la impresión de que hemos asistido a un piloto mal resuelto en donde no se ha logrado dar con el intríngulis de la cuestión: ese 'mcguffin' que hace que, por lo que sea, el espectador quede atrapado por el formato.

Porque vistos los dos primeros programas, el 'Código final' al que alude el título, un número clave que desvela una gran pantalla, todavía no ha servido para nada. Desconocemos su mecánica. Los concursantes repiten al día siguiente, y aunque fallen se les despide con un hasta mañana sin que sepamos por qué. Y el pobre del presentador, Goyo Jiménez, tiene que hacer verdaderos esfuerzos para que no se le aburra la grada de público que tiene a sus espaldas. Por supuesto que debemos saludar con alegría cualquier nueva producción propia destinada a La 2. Pero cuando el resultado es tan raquítico, tan de programa piloto fallido, es mejor señalarlo. En este sentido, hay que destacar que el tramo final de los 45 minutos que dura cada entrega es lo más soso visto hace mucho tiempo en el género. Dado que ahora se puede lograr el bachiller suspendiendo una asignatura, daremos una segunda oportunidad a sus responsables.